Como para que no quede duda, un buen fotógrafo capturó el instante que los vocales de los miembros del llamado Tribunal Constitucional hicieron venia al coronel Lucio Gutiérrez. En unidad de acto, con la frente baja y con postura reverencial nos dijeron más de lo que pueden decir sus palabras. Y hablando de palabras, Gutiérrez aún no sabe lo que significa cooptación, pero la usa como sinónimo de clonación y oligarquía. ¿Será que sus asesores jurídicos no ganan tanto como su secretaria personal con rango de ministro y por ello no le dan las orientaciones necesarias? Debe ser eso, porque vergüenza debió haber sentido cuando, por la cara que puso, recién se entera que bajo la Función Ejecutiva que él preside tiene a su cargo la Policía Nacional. Pues al ser cuestionado por qué no sancionaba administrativamente a los policías que dispararon por la espalda a inocentes, prefirió repetir, para no romper su costumbre, que él es un hombre sensible ante el dolor de las viudas del caso Fybeca. Por su parte y para no perder el ritmo de la incoherencia, su Ministro de Gobierno afirmó que las indemnizaciones realizadas a los familiares de los Restrepo fueron una inmoralidad.

Por otro lado, los dizque magistrados de la Corte de facto se alborotan públicamente porque el Ejecutivo anunció que una vez realizada la consulta popular se irían a su casa, asustaditos por no perder sus puestos y en contubernio con ciertos dirigentes sindicales judiciales, que ocuparon el edificio de la Corte Suprema de Justicia y anunciaron paro judicial si no se nombra a los vocales del Consejo Nacional de la Judicatura. ¡Ahora sí se van al paro! Es que dicho de otra manera, están exigiendo que se les entregue su parte.

El Congreso Nacional, antiguo deudor de la patria, se reparte con bases ilegítimas las comisiones, uniéndose al régimen, no solo guardando silencio ante tanta atrocidad sino convirtiéndose en el escenario de alianzas aberrantes.

No falta quien diga que esto ha sucedido siempre y que no hay por qué alarmarse. Otra penosa consecuencia: la resignación.
Peligroso conformismo que nos está haciendo cómplices del caos. ¿Cuánta responsabilidad tenemos como sociedad civil?
¿En qué medida somos cómplices de la corrupción y dónde está la fuerza para luchar por la libertad y la dignidad?

Tampoco falta quien diga que no hay que tomarse estas cosas como un asunto personal. ¡Pero claro que es un asunto personal!
¿O los millones de seres que vivimos aquí no somos personas?
Es imposible que esto no sea un asunto personal. Cada día un montón de seres humanos suman el número de pobres, y cada día les permitimos a estos nuevos políticos y a los de siempre, que nos ahoguen entre su odio e ignorancia.

No esperemos que ellos cambien. Empecemos nosotros mismos.
Honremos nuestro voto para que nunca más tengamos que aceptar vergonzosamente que lo que pasa en este país sea el reflejo de la sociedad que conformamos; y no olvidemos que la paz social es un derecho, y reclamar por los atropellos, una obligación.