Resulta difícil imaginar un programa así en Estados Unidos, donde las vulgares descripciones de los pobres están vedadas. Pero, aquí en Québec, la provincia con los beneficios sociales más generosos, el programa es un éxito.
En Les Bougnon, la serie de televisión más popular en Québec, integrantes de la familia Bougnon alimentan a su catatónico abuelo con un sorbete, el nombre de su perro es Ben Laden, roban de los armarios de parientes ricos y se asocian con un corrupto agente de policía.
El programa muestra giros tan retorcidos y vulgares que incluso los seguidores de Los Simpson pudieran sonrojarse. Encabezada por un cínico padre desempleado que se ha avispado en cuanto a los modos de una sociedad decadente, la familia Bougnon es un pelotón de animales sociopáticos.
Paul Bougnon, trabajador de muelles actualmente desempleado, soborna al cartero para que no diga una sola palabra acerca de los fraudulentos cheques de su pensión que le son entregados cada semana. Su hija Dolores es una prostituta que lleva sus clientes a casa. Su esposa, Rita, ofrece sexo telefónico a personas que llaman con voces carrasposas.
La familia adopta a Mao, una niña china, de la cual todos, excepto Rita, supusieron al inicio que era un niño porque como asiática sería buena en tecnología para fraudes informáticos.
El hijo mayor, Junior, es un ex ratero experto que se roba un automóvil Jaguar para impresionar a una mujer en su primera cita, para más tarde, después de un postre en uno de los restaurantes más exclusivos de Montreal, sacarse un ratón del bolsillo y después quejarse de su presencia, en un esfuerzo por evitar el pago de la cuenta. La oveja negra de la familia es el tío Fred, ya que de cuando en cuando trata de conseguir un empleo honesto.
Con lo escandaloso que pudiera ser, en la segunda temporada de Les Bougnon, casi dos millones de espectadores ven cada miércoles el programa de media hora de duración, lo cual equivale a casi una de cada tres personas en Québec. Ha dominado los premios de la televisión local y revivido la fortuna de Radio-Canadá, la estación de televisión pública.
Resulta difícil imaginar un programa así en Estados Unidos, donde las vulgares descripciones de los pobres generalmente están vedadas. Pero, aquí en Québec, la provincia con los beneficios sociales más generosos y un lugar donde el conservadurismo político es muy inusual, el programa es un éxito, mostrando una popularidad que cruza divisiones de clase.
Para François Avard, de 36 años de edad, el escritor del programa, quien en alguna ocasión fue arrestado por robar comida en un hotel de lujo en Montreal durante una manifestación en contra del hambre, Les Bougnon no es una crítica de las trampas a la asistencia social, ni en lo más mínimo.
“El mensaje es subversivo”, dijo en una entrevista. “Nosotros mostramos a la gente pobre ganando por primera vez; mostramos a gente pobre con poder. Al principio, esperaba que las personas que ven el programa salieran a las calles y robaran en las tiendas y se metieran con el sistema y ocasionaran caos, para más tarde reconstruir el sistema”.
Eso no ha ocurrido, pero algunos integrantes del elenco aseguran que la gente se les acerca y les confían sus propias estafas todo el tiempo.
La familia Bougnon pudiera ser deshonesta, pero Avard nota que se aman y se protegen mutuamente para sobrevivir en la descripción que el programa hace de una sociedad en la cual los políticos también mienten y engañan, los empresarios entregan contribuciones de campaña para ganar huecos fiscales y los burócratas se muestran solo demasiado felices de aceptar sobornos.
La vanguardista sátira contenida en el programa y la descripción de una familia pobre que arremete contra el sistema, todo parece indicar, capturan la disposición en Québec en estos días de escándalos, particularmente uno que involucra la entrega de contratos por parte del gobierno liberal a empresas amistosas de publicidad que hicieron muy poco trabajo, pero que entregaron al partido gobernante grandes contribuciones. Cuando el tabloide Journal de Montreal publicó una serie acerca de escándalos corporativos y evasión fiscal previamente en este año, la titularon ‘La Verdadera Familia Bougnon’.
Existen detractores del programa a quienes les preocupa lo que los espectadores aprenderán del programa, sin importar cuáles sean sus intenciones.
“El aspecto que considero peligroso es que se convierte en un tipo de sátira social muy reaccionario”, según Nathalie Petrowski, columnista de entretenimiento en La Presse. “¿Está criticando a la gente? No se proponen eso, pero sí puede ser muy confuso”.
Eric Bondo, el coordinador del Frente Común de Personas sobre la Asistencia Social, dijo: “Me siento molesto porque ellos no piensan en las consecuencias de lo que están presentando”. Sin embargo, agregó, “el aspecto más intrigante es que la gente pobre disfruta del programa”.
* Diario de Montreal
© The New York Times News Service.