Al terminar el año 2004 vale la pena recordar el año histórico 1794. En octubre de ese año en las cruces de piedra de algunas iglesias quiteñas aparecieron unas banderas rojas que contenían una inesperada proclama:
“Salva cruce.- Liberi esto felicitatem et gloriam consecuto”. (Al amparo de la cruz, seamos libres, consigamos felicidad y gloria). Fue la revolucionaria chispa que encendió las llamas que culminaron en el “Primer grito de independencia del 10 de Agosto de 1809”.

Eugenio Espejo es bien conocido como el eminente médico y sabio que, en su libro Reflexiones sobre las viruelas, sostiene que las epidemias eran producidas por “atomillos vivientes”, teoría confirmada por Pasteur casi un siglo después. En cambio, es poco conocido como extraordinario ideólogo político y como prócer de nuestra independencia.

El libro sobre las viruelas lejos de ser un simple texto médico para lectura de los correspondientes profesionales, leído con detención es una obra de profundo contenido ideológico y político, que aboga por lo que hoy llamamos política social, derechos del hombre y otros.

Espejo, uno de los mayores eruditos de las colonias hispanoamericanas fue un incansable lector no solo de los médicos ilustres desde Hipócrates y sobre todo los de la época de la Ilustración, cuanto también de los grandes pensadores de la Europa, entre ellos de Rousseau, Voltaire. A Platón lo leyó en su propia lengua, el griego.

La obra de las viruelas que fue acogida con admiración en España, el propio médico de la Corte, Francisco Gil, lo incorporó en su texto de medicina aquí, en cambio, fue motivo de discordia, acusaciones y exigencias de que se rectifiquen conceptos tildados de injuriosos.

Los libros posteriores aparecidos como seudónimos. El Nuevo Luciano, despertador de los ingenios, Marco Poncio Catón. La ciencia blancardina y Retrato de un Golilla le ocasionaron graves acusaciones, juicios y sucesivas encarcelaciones. El Presidente de la Real Audiencia de Quito le acusó de “Reo de Estado, libelista famoso y perturbador de la paz pública”. Espejo apeló ante el Virrey y el Rey de España. Debió ir a Bogotá a defenderse; le acompañó el Marqués de Selva Alegre. El virrey ordenó su libertad. En Bogotá tuvo la oportunidad de reunirse con Nariño y Zea, próceres también. El primero le entregó copia de la obra de Rousseau, que había traducido al español.

De regreso a Quito, con mayor ánimo y decisión de luchar por la independencia en noviembre de 1791, fundó la Sociedad de Amigos del País, de la cual fue su secretario.

El 5 de enero de 1792 publicó el primer número del periódico Primicias de la Cultura de Quito, en marzo fue prohibida su publicación.

El 6 de septiembre hizo circular clandestinamente la obra de Rousseau Declaración de los derechos del hombre y en octubre aparecieron las banderitas rojas que le ocasionaron su último y cruel encarcelamiento del cual salió a morir, pocos días después.