Los cristianos desde los primeros tiempos celebramos la Pascua, la muerte y resurrección de Jesucristo. A esta por excelencia los europeos, por coincidir con la primavera, llaman Pascua florida. Desde fines del siglo V los cristianos comienzan a celebrar la Navidad, que algunos llamamos también Pascua, por ser paso de un tiempo de preparación y anuncio de la salvación al tiempo de la realización, que comienza con la entrada en la historia humana de quien es fuente de vida.
En las comunidades cristianas de Oriente, la Navidad se prepara durante pocos días; en Occidente, durante cuatro semanas.
Los humanos necesitamos símbolos, y los creamos de acuerdo a nuestro ambiente cultural: 1) El árbol, uno de los más ricos símbolos, trae la idea del cosmos vivo en perpetua regeneración; pone en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo por sus raíces, la superficie de la tierra por su tronco y por sus primeras ramas, el cielo por ramas superiores atraídas por la luz del cielo. Reúne todos los elementos: el agua, la tierra, el aire.
El escritor del Génesis tomó el árbol como símbolo de culturas anteriores. Los cristianos de países del Norte tomaron como símbolo de Navidad el árbol, porque Jesús es el nuevo Adán. El primer Adán introdujo la muerte en el mundo por el pecado, cometido simbólicamente en torno al árbol de la vida y de la ciencia del bien y del mal. Cristo, el segundo Adán, reintroduce la vida desde el árbol de la cruz.
2) Los pueblos del Norte crearon también otro símbolo: una corona con cuatro velas, que representan los cuatro puntos cardinales del universo; velas que van preparando la gran luz que es Cristo; velas que se apagan la Nochebuena, y brilla la “luz del mundo”.
3) San Francisco de Asís imaginó y creó en el siglo XII el símbolo de Navidad que más conocemos; es un símbolo más visual, más inmediato, más caliente de amor: el pesebre o cueva de Belén. La imaginación de niños y adultos compite en crear un pesebre, de acuerdo a los elementos de su ambiente, del momento histórico que viven la familia, la comunidad y el país: es que el Hijo de Dios entra en nuestra historia.
4) El papá Noel, ese viejo bonachón de barba blanca, nada tiene de cristiano, pero cautiva a cristianos y a no cristianos. Con un nombre medio francés, este viejo es símbolo de lo opuesto a la fe cristiana: el consumismo. Es una copia deformada de la leyenda de San Nicolás de Bari, que llega cargado de regalos a los niños de buena conducta.
Esta leyenda, difundida en países de Europa del Norte, ha sido tan deformada por sus promotores, que parece que aspiran a borrar a Jesús de la Navidad. El símbolo del consumismo usa hasta lo sagrado, llena escaparates, trae alegría pasajera a niños ricos y ahonda frustraciones en hijos de los pobres. Así como no hay matrimonio sin novio, no hay Navidad sin Jesús.