Los consumidores deben ser responsables, y empezar a hacer la conexión mental entre hamburguesas enormes con papas fritas y los ataques cardiacos e infartos.
En su editorial del lunes 13 de diciembre pasado The New York Times publicó lo siguiente:
En una ocasión, Dan Aykroyd hizo el papel de un fabricante de juguetes en el programa ‘Saturday Night Live’, el cual vendía a los niños productos peligrosos como bolsas de vidrios. Si decidiera dedicarse también a la venta de comida rápida, el personaje de Aykroyd probablemente idearía la nueva Thickburger Monster de la empresa Hardee s, una montaña de comida destinada a bloquear las arterias, hecha de rodajas de carne de res Angus, tocino, queso americano y mayonesa sobre un panecillo embarrado abundantemente de mantequilla con semillas de ajonjolí. Contiene nada menos que 1,420 calorías y contiene 107 gramos de grasa... es posiblemente el alimento más letal que se vende en las calles.
El Centro por la Ciencia en Interés del Público lo llama "el clímax de irresponsabilidad corporativa". Jay Leno dijo en broma que se servía en cajas pequeñas en forma de ataúdes. Pero lo cierto es que Hardee s dista mucho de estar solo. El Double Whopper de Burger King con queso tiene más de 1.000 calorías y más de 65 gramos de grasa, y el Classic Triple de Wendy s con queso tiene 940 calorías, con 56 gramos de grasa.
Si los restaurantes quieren servir comida como esa, deberían imprimir el número de calorías y el contenido de grasa en los menús a la entrada. Pero los consumidores también deben ser responsables, y empezar a hacer la conexión mental entre hamburguesas enormes con papas fritas y los ataques cardiacos e infartos.
Lo que impulsa a Hardee s es una sencilla fórmula de la comida rápida: la nutrición mala es lo que vende. La compañía dice que sus ventas han ascendido constantemente desde que introdujo su línea de Thickburger el año pasado. En un anuncio que enfatiza el exceso sin disculpas del Thickburger, Hardee s ha promovido un nuevo eslogan: "Tenga miedo. Tenga mucho miedo". Es un revés indudable para la salud pública, pero un triunfo para la publicidad.
© The New York Times News Service.