Jóvenes estudiantes: con toda seguridad, cada uno de ustedes ha dado ya una respuesta individual a la pregunta ¿quién soy?; a los 18 ó 20 años cada persona está ya ubicada dentro de un escenario en el cual ha encontrado su puesto: ustedes son hijos de una familia, nacidos en una provincia determinada, en una región, en un país; ustedes conocen ya el origen y la procedencia de sus vidas; la gran mayoría son creyentes en un ser supremo, a pesar de que esa fe tenga matices diversos; ustedes son, en resumen, seres pensantes, dotados de inteligencia, con sentimientos que los hermanan con la naturaleza y con los seres vivos.

¿A dónde van, hacia dónde se dirigen ustedes? Es importante una respuesta real, práctica. Alguien dijo: el fin depende del principio; lo que pase dentro de un año, cinco, diez o veinte, depende de ahora, de ese ahora de cada día del futuro. La vida de los humanos tiene etapas diversas, es verdad; para cada una de ellas, sin embargo, cabe una mirada al futuro para saber exactamente hacia dónde nos dirigimos y qué queremos hacer con nuestras vidas; el bachillerato, la carrera universitaria, la formación de un hogar que ocupa la mente y conmueve el corazón, el ejercicio exitoso de una profesión, la participación activa en la vida política, social, cultural, económica, etcétera, son algunas de las etapas que es indispensable diseñarlas para luego ajustar los pasos hacia ese fin. Esto nos lleva a invertir la frase: el fin depende del principio, para decir el principio depende del fin. No se trata de un juego de palabras; si ustedes saben exactamente por qué están en un colegio o en la universidad y tienen claramente delineado el perfil de profesional que quieren ser, el hogar que anhelan construir, la sociedad que quieren que hereden sus hijos, entonces será fácil, desde el principio, dirigir los pasos hacia la meta que ustedes quieren conseguir; hacerlo de otra suerte sería caminar a tientas, jugar con la vida, desperdiciar los años, desubicar la existencia de su misión específica. Ahora bien, si los objetivos están perfectamente bosquejados y ustedes quieren alcanzarlos, entonces sí que el fin depende del principio, porque un buen inicio de clases, un buen comienzo de trabajo les llevará, ciertamente, de manera constante y acelerada a la consecución de las metas anheladas.

Cuando hablo con los jóvenes, desde la óptica de mis casi siete décadas de existencia, busco hacerles reflexionar sobre la diferencia entre alegría y desenfreno; la primera, es la expresión pura de la felicidad que embarga a quienes, sabiéndose sanos y entendiendo el mundo hermoso que les ha tocado vivir, disfrutan a plenitud las bondades de lo creado y la conciencia de saberse seres en progresión continua de crecimiento y maduración; el desenfreno es la dilapidación de recursos anímicos y materiales, es la interrupción de un proceso de maduración, es la distorsión de un plan ciertamente inscrito en la naturaleza humana.

El reto para todo joven es entender hacia dónde debe dirigir sus pasos y saber que del fin depende el principio, al igual que un buen principio presagia la consecución de las metas anheladas.