Arun Gandhi quizá se mostró menos sarcástico que su famoso abuelo, pero no menos convencido de que la resistencia no violenta es una buena idea cuyo momento ya ha llegado hace tiempo.

RIBERA OCCIDENTAL
Interrogado acerca de lo que pensaba de la civilización moderna durante una visita a Inglaterra en 1930, el nacionalista indio y líder espiritual Mohandas Gandhi replicó lacónica y ácidamente: “Eso sería una buena idea”.

El viernes, parado a la sombra de un tramo de la barrera de seguridad de Israel que corta a lo largo del corazón de esta población de la Ribera Occidental, el nieto de Gandhi quizá se mostró menos sarcástico que su famoso abuelo, pero no menos convencido de que la resistencia no violenta es una buena idea cuyo momento  ya ha llegado hace tiempo.

“Yo quisiera ver el día en que miles de israelíes y miles de palestinos marchen juntos para resolver los problemas que los enfrentan y para derribar el muro que los divide”, dijo Arun Gandhi a la muchedumbre que agitaba estandartes y lemas, una poco común mezcla de 2.000 manifestantes israelíes y palestinos.

Gandhi, en una visita de nueve días a Israel y los territorios palestinos, está en busca de soluciones no violentas para poner fin al conflicto que dura ya décadas entre israelíes y palestinos. Cuando menos 3.066 palestinos y 970 israelíes han sido muertos en el brote más reciente de combates, iniciados en septiembre del 2000.

Gandhi, de 70 años de edad, quien encabeza un instituto en Memphis, Tennessee, para el estudio de la no violencia, lideró un mitin de paz en el pueblo de Ramalah, en la Ribera Occidental, el jueves pasado. Durante su discurso, dijo a los 5.000 palestinos reunidos en un campo de fútbol que nada es más sagrado que la vida de la gente.

Más tarde, subrayó a los funcionarios palestinos que de haber adoptado una política de resistencia pasiva, su conflicto con Israel habría terminado para estas fechas. De pie, a su lado, estaba el líder palestino Yasser Arafat, escuchando con evidente insatisfacción a lo que sin duda equivalió a un regaño.

El viernes, fue Israel el que recibió una reprimenda severa. “Este muro me recuerda el de Sudáfrica”, dijo Gandhi, señalando a la barrera de 10 metros de concreto detrás de él. “Este muro no está hecho para dar seguridad. Está construido para dividir a la gente y causar dolor y agonía para ella”.

Los funcionarios israelíes aseguran que la barrera, que se alargará hasta medir unos 700 kilómetros cuando haya sido terminada, es necesaria para impedir que bombarderos suicidas palestinos ingresen a su país. Los palestinos dicen que su finalidad es apoderarse de tierras que quedan encerradas dentro de la barrera.

Gandhi, nacido en Sudáfrica, también atacó severamente a las autoridades israelíes por el trato que han dado a unos 2.600 prisioneros palestinos que llevan a cabo una huelga de hambre de 13 días de duración para demandar visitas familiares y una mejoría en las condiciones de vida dentro de la prisión. Dijo que los detenidos están “siendo tratados peor que animales”.

El solo nombre de Gandhi, cuyas estrategias de resistencia pasiva y resistencia no violenta contribuyeron decisivamente a poner fin al férreo control de la Gran Bretaña sobre India, fue suficiente para atraer a algunos palestinos e israelíes a la manifestación del viernes.

Su exuberancia fue contagiosa, y bajo la mirada de una docena de soldados y policías israelíes que vigilaban la manifestación desde la azotea de un edificio de apartamentos de nueve pisos, cuando menos nueve manifestantes se subieron al muro para agitar banderas palestinas ante la muchedumbre.

En tanto, el enviado de paz de la Organización de las Naciones Unidas, Terje Roed-Larsen, exhortó a las autoridades de Israel a garantizar el bienestar de los prisioneros palestinos en huelga de hambre.

En un comunicado, Larsen recordó a Israel de sus obligaciones dentro de los términos de la ley internacional, en cuanto a “asegurar la protección de detenidos y prisioneros”.

Los detenidos iniciaron su huelga de hambre el 15 de agosto. Su lista de demandas incluye la instalación de teléfonos públicos en las cárceles, la eliminación de las particiones de vidrio en la sala de visitas y el fin de lo que llaman “agresivas” revisiones corporales, así como el derecho a visitas familiares.

Las autoridades israelíes han adoptado varias medidas para poner fin a la huelga, entre ellas hacer barbacoas en el exterior de las celdas de los reos en huelga de hambre, y distribuir una carta a los prisioneros advirtiéndoles que abstenerse de comer en forma prolongada puede dañar su salud, causándoles, entre otras cosas, daños irreversibles a su desempeño sexual.

* Cox News Service.

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