El New York Times publicó lo siguiente en uno de sus editoriales del martes 24 de agosto:

Si alguna pintura podía expresar su opinión con respecto a ser robada, mientras era robada, ciertamente es el El Grito de Edvard Munch. Ya entrada la mañana del domingo anterior, ladrones armados irrumpieron en el Museo Munch de Oslo y se llevaron El Grito y la Madonna de Munch. El cordón de seguridad que los ladrones tuvieron que evitar no fue abrumador. Al parecer no hubo ninguna salvaguarda, más allá de cables que sujetan las pinturas al muro. Cuando estos fueron cortados, se activó una alarma que fue tan silenciosa como el grito de El Grito.

Es conveniente, aunque erróneo, afirmar que se trata de la segunda vez en un decenio que El Grito ha sido robada. Munch pintó cuatro versiones, dos de las cuales ahora ya fueron robadas: la del domingo y otra de la Galería Nacional de Oslo, en 1994. ¿Cuántas versiones tendrán que ser robadas antes de que la seguridad tenga la suficiente rigidez para detener el robo?

Ese es un problema no solo para Noruega –país al que le gusta pensar realmente lo mejor de la naturaleza humana– sino para museos por todo el mundo, que no pueden disuadir los robos armados por cuenta propia. La única esperanza consiste en complicar en grado suficiente los robos de arte como para que la policía tenga una oportunidad de responder antes de la huida. La sola colocación de cables sobre una pintura colgada del muro, resulta claro, es insuficiente.

La noticia sobre el robo puso a valuadores de arte a trabajar horas extra. Como siempre, surgió un acertijo. Los valores citados para El Grito son extraordinarios, no debido a que la imagen sea tan popular entre ladrones de arte, sino porque es una de las pinturas más famosas sobre el planeta. Y aun así, por supuesto, es invaluable en cualquier mercado normal del arte. Estas dos pinturas esencialmente han sido secuestradas y lo más probable es que sean detenidas para cobrar un rescate. Cuando sean devueltas –si es que eso llega a suceder– será momento de darles una mejor oportunidad de mantenerse colgadas.

© The New York Times News Service