Por las breves noticias de prensa nos enteramos de un nuevo y enorme fraude en el mundo financiero: Parmalat.

Los últimos grandes fraudes desde Vesco, pasando por Tyco, Citicorp y Merrill Lynch, hasta llegar a Enron, llevan a reflexionar acerca de la fragilidad de la organización de las finanzas en el mundo de hoy. Nuestro país no es ajeno a estos fraudes; desde años atrás hay casos de financieras y bancos que insatisfechos con las limosnas, también se han llevado el santo.

¿Cómo se llega a una situación de fraude que liquida el dinero de accionistas, prestamistas, proveedores, empleados y clientes? Los grandes fraudes financieros se generan en el piso catorce.

Los jerarcas de Enron, el gigante de la energía, y de Parmalat, la mundial alimentaria (la una en Estados Unidos y la otra en Italia), han cometido grandes fraudes en el mercado financiero, cuyas consecuencias económicas, políticas, financieras y legales aún es difícil de conocer. Los instrumentos financieros y las instituciones que los emiten y los transan, están entrelazados por redes que pudieran enmascarar operaciones no visibles.

Hay un factor básico: ¿hasta dónde ha ido la intervención de los auditores externos para certificar los estados financieros (E/F) de las empresas del conglomerado, las variaciones en el patrimonio, el origen y disposición de fondos (cash flow)? Por encima de todo esto, conocer los comentarios acerca del control interno y financiero, las respuestas de la dirección superior que justifican o rechazan los comentarios acerca de debilidades en la organización o de alguno de sus ejecutivos, para evitar juicios de valor. Sobre todo, conocer el plan empresarial.

Las notas que se ponen al pie de la certificación de los E/F son de altísima importancia porque pueden generar preguntas sobre situaciones no registradas, como podrían ser las contingencias que no aparezcan en el balance sobre posibles reclamos civiles, tributarios o penales; o cualesquiera hechos posteriores a la fecha de los E/F. El auditor externo protege su responsabilidad mediante declaración de administradores y abogados –en ocasiones notarizadas– respecto a activos, pasivos y contingencias.

Lo que muchas veces no se declara son las remuneraciones a ejecutivos sobre determinadas situaciones, que se las registra como cifras netas sin que aparezcan como gastos; o entrega o venta de acciones (stock options) que facilitan los fraudes mediante manipulaciones en la contabilidad. Esta última opción es la que generalmente utilizan los beneficiarios para jugar en el mercado de valores. La salvaguardia está en tener un sistema de contabilidad y una información estratégica que proteja los intereses de los accionistas.

Los accionistas y la alta dirección tienen la obligación de escarbar y escarbar, de reunirse con los auditores externos y las autoridades de control, y con los funcionarios de control de la empresa.

El mundo financiero ha cambiado mucho. Existen nuevas formas de fraude, que son un desafío para los auditores. Muchos de los fraudes no son visibles por razón de la tecnología de la información imperfecta.

Hoy es más difícil que antes verificar el valor de una empresa.