Existiendo razones de sobra para tanta curiosidad, no cabe duda que fueron miles los que trataron de observar a Marte el pasado miércoles. A fin de cuentas, el planeta que ha aportado la mayor cantidad de mitos entraba a su órbita de mayor aproximación a la Tierra en cerca de sesenta mil años, lo que de hecho permitió que afloren temores y recelos, insospechados en estos tiempos tan materiales.

Varios de los mitos que Marte ha inspirado tienen relación con cuestiones de carácter político, al punto que innumerables gobernantes a lo largo de la historia han asociado su suerte y destino con una especie de inexorable capricho cósmico impuesto por el Planeta rojo. Pero hay, paradójicamente, mitos políticos que en un momento determinado llegan a ser fundamentales al momento de forjar y concebir un proyecto de país, al punto que el sociólogo argentino José María Las Heras, en un provocador libro titulado La sociedad civil no es cuento, afirma la importancia histórica que han tenido en las naciones exitosas, el rasgo común de la presencia de dos factores esenciales, mitos y metas.

Las metas, de acuerdo con el autor, se relacionan básicamente con la fijación de planes económicos o sociales que son fundamentales para sustentar la tesis del desarrollo; pero agrega Las Heras que solo con metas no se forja el proyecto de un país ya que deben incorporarse los mitos adecuados, entendiendo a estos como la creación de ilusiones posibles que “actúan sobre un pueblo disperso organizando o suscitando una voluntad colectiva”, algo parecido al american dream estadounidense o a los cambios integrados y proyectados en países como Costa Rica y Chile, que más allá de sus éxitos económicos, han podido dar una dimensión clara de la importancia del capital social.

En cierta medida, la crisis de nuestro país en los últimos años se debe al derrumbe de un mito –ilusión perdida, simbolizada en aquel Ecuador país amazónico y al colapso total de las metas, programas económicos sin sustento y planificación, gracias a la inercia e inoperancia de los gobernantes de la última década. Se habla, por ejemplo, de la lucha contra la corrupción como una meta, olvidándose que no será posible lograrla sin el mito correspondiente: educación, actitud cultural, reflejo de valores. De esa forma, sin mitos ni metas, la crisis toma cuerpo y se hace evidente con la ausencia de un proyecto de país, drama fundamental de esta nación.

A propósito, Marte tomará más de doscientos años en volver a una órbita tan cercana. Los mitos seguirán forjándose, pero en este caso solo a base de nuestra inocencia. Cuando Marte vuelva a estar tan cerca, ¿seguirá existiendo nuestro país?