Ante los excesos sangrientos perpetrados so capa de los ideales de la Revolución Francesa, “madame” Roland lanzó una frase famosa, síntesis de una lamentable evidencia: “¡Oh, libertad, qué de crímenes se cometen en tu nombre!”. Parodiándola y adaptándola a la realidad ecuatoriana, donde proclamas genéricas se inscriben en banderas agitadas al vaivén de todos los vientos, me atrevo a decir: ¡Oh, anticorrupción, qué de abusos y tonterías se cometen a tu sombra!
Proclamar, por ejemplo, la anticorrupción con visos de programa de índole fiscal, afirmando que el financiamiento de los gastos públicos no provendría del bolsillo con hueco del común de los ecuatorianos, sino de dos mil millones de dólares que se haría devolver a los banqueros corruptos, cuya extradición también se aseguraba, ¿qué ha sido de acuerdo a la evidencia, una vez levantado el telón? ¿Abuso, tontería o ambas cosas? En cualquier caso, un éxito electoral.
Como da tan buenos réditos esto de la anticorrupción soltada al viento, ahora se reparten medallas olímpicas a la corrupción, por provincias y por funciones supuestamente autónomas. En una república democrática, por más presidencial que sea, la jefatura del Estado –que se aúna en la persona del Ejecutivo– no es jefatura suprema. Bien entendida es representación patria por encima de todos los sectores, garantía de unidad nacional y ejemplaridad en el acatamiento de la Constitución y las leyes, comenzando por el debido respeto a las demás funciones del poder público único.
Ojalá se corrijan de veras semejantes ligerezas –por llamarlas así, piadosamente–, tomando en cuenta la sabiduría más antigua y alguna experiencia más reciente. La sabiduría del refrán antañón: “Tanto va el cántaro al agua...”. Y la experiencia más inmediata de la política argentina, donde hace pocos días aparecieron carteles en las paredes, que simplemente decían: “Almeja* Menem”, y más abajo, reproduciendo el asterisco colocado junto a la palabra almeja, una explicación escueta: “se entierra con su propia lengua”.
Pero no es solo de esa vertiente de donde salen todas las piedras, en esta abusiva y tonta lapidación general a la que estamos llegando. De todas partes son las denuncias y, por consiguiente, a todas partes van las sospechas. ¿Quién se salva? Así como en la Revolución Francesa no se salvó ni Robespierre, el Incorruptible, acá ya están sintiendo en carne propia las primeras pedradas de la ligereza y la maledicencia los incorruptibles criollos. Ojalá les sirva para entender que una mera denuncia o sospecha, según como se la presente y publicite, puede convertirse en precipitado e injusto sambenito y condena.
Por lo demás, en la lucha contra la corrupción la ley fundamental está en los Diez Mandamientos y la escuela fundamental en la familia. Lo cual no quita la necesidad de los organismos públicos de prevención y de justicia. Pero los controladores de los controladores de otros controladores no funcionaron ni en la extinta Unión Soviética.