La historia de las ciencias médicas conduce al espíritu alerta al descubrimiento de curiosidades que resultan amenas y aleccionadoras.
En Guayaquil contamos con muestras de este caso que se sumarían a la inmortal obra magna de Kruiff y a la no menos atractiva y sabia de León Strauss, si nos referimos a antiquísimas culturas y su connotación médica.
Ese aporte se debe a dos publicaciones originales del doctor Gustavo Cáceres Castro. En 1991, hizo conocer con excelentes fotografías la Prehistoria ecuatoriana y su relación con la medicina moderna.
Hace pocos días presentó La Biblia: medicina para el cuerpo y el alma.
Las antiguas páginas bíblicas están formadas por una sapiencia que no nos extraña mucho por ser el espejo de un voluntarioso y organizado pueblo sujeto a tremendas pruebas. Por esto es que su antropología cultural gana mayor dimensión que la de otros núcleos étnicos que alcanzaron más dominio material.
Para el interés médico, la selección hecha en esta oportunidad se cuida de los excesos. Se ciñe a un sentido objetivo, preciso. Demuestra que en las consideraciones humanitaria y médica, el tiempo que injuria y corroe, fracasa. Y no puede disminuir el poder de la sabiduría.
Esto lo verifica el doctor Cáceres al tomar en cuenta reseñas dermatológicas, enfoques gineco-obstétricos, leyes sanitarias, conductas psiquiátricas, sentencias del Eclesiástico, preliminares eugenésicas y facetas de Cristo médico.
Considera otras vertientes del saber bíblico. Pero las que indicamos sirven como orientación sugestiva para percibir los variados alcances de su indagación.
El expositor indica que los ejemplos escogidos quieren poner de relieve la máxima sabiduría médica “de quien nos otorgó la vida y la completa libertad de poder preservarla”.
Para llegar a la interpretación moral que enriquece el tiempo, estas páginas obedecen a una constante síntesis del reconocimiento que merece la relación médico y voluntad divina. Se entiende que esa relación es parte vital de los creyentes.
Los pueblos prácticos y dinámicos como el hebreo, siempre han hecho comprender que de la seguridad producto de la fe tiene que partirse hacia labores persistentes de ayuda mutua, de solidaridad y colaboración colectivas. Así se hace grande el hombre y engrandece a su pueblo.
En tal sentido, acierta la orientación que ofrecen estas páginas guayaquileñas. Y permiten comprender que en el más antiguo libro que nutre nuestra cultura, está lozana la medicina para estimar las urgencias y conveniencias de la mente y del cuerpo.