Desde el retorno a la democracia, a finales de la década del setenta del siglo XX cuando terminó el triunvirato militar dictatorial, se han realizado doce elecciones presidenciales ya finalizadas en Ecuador, de las que en diez hubo balotaje (segunda vuelta).

Del total, en seis el binomio que alcanzó el primer lugar en la primera vuelta electoral ratificó su triunfo en el balotaje y llegó a la Presidencia de la República. En cuatro procesos se revirtió el resultado inicial y terminó ganando el que ocupó el segundo lugar en la primera vuelta electoral.

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Los seis que ratificaron su triunfo son Jaime Roldós Aguilera, en 1979 (+); Rodrigo Borja Cevallos, en 1988; Sixto Durán-Ballén en 1992 (+); Jamil Mahuad Witt, en 1998; Lucio Gutiérrez Borbúa, en 2002 y Lenín Moreno Garcés, en 2021.

Los cuatro que consiguieron revertir el resultado inicial fueron León Febres-Cordero Ribadeneyra, en 1984 (+); Abdalá Bucaram Ortiz, en 1996; Rafael Correa Delgado, en 2006 y el actual presidente de la República Guillermo Lasso Mendoza, en 2021.

Este 15 de octubre los ecuatorianos elegirán a un nuevo mandatario en la segunda vuelta entre Luisa González del correísmo y Daniel Noboa, del movimiento ADN. La primera obtuvo el 33,61 % de los votos válidos y ganó la primera vuelta (3′315.663 votos). Noboa alcanzó el 23,47 % (2′315.296 votos).

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Vladimiro Álvarez Grau, exlegislador y candidato a la Presidencia de la República en 1992, afirma que las decisiones que toma la ciudadanía en las urnas en gran medida se deben a la posible simpatía o antipatía que sientan por el uno u otro candidato, según la información que recibe el electorado.

“Desde el retorno a la democracia no siempre se lograron resultados que reviertan lo ocurrido en la primera vuelta electoral porque gran parte de la ciudadanía no tenía acceso a información que puede ser veraz o no, como actualmente sí la tiene a través de las redes sociales que son tan usadas”.

El celular es hoy una herramienta que está en manos del electorado, es una ventana hacia contenidos que se difunden de los candidatos. Cada publicación tiene orígenes variados a favor de uno u otro. El acceso a internet y la información que se difunde influye marcadamente en un resultado que puede ser incierto, incluso hasta horas antes del inicio de la elección con el tema de los indecisos.

Un total de 4′233.681 se decantaron en la primera vuelta por las otras opciones que no pasaron a segunda vuelta. Son las personas que los dos binomios en disputa deben conquistar, además de los 953.196 que anularon o dejaron en blanco la papeleta.

“Ahora sí es más posible revertir los resultados de la primera a la segunda vuelta, casi toda la ciudadanía tiene un celular”, asegura Álvarez.

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El binomio que finalmente gane será el que logre plantear un programa con soluciones a los problemas que la mayoría ciudadana tiene. Una clave es conseguir la credibilidad ante los electores.

El objetivo de la segunda vuelta, dice Pablo Medina, catedrático de la Universidad San Francisco de Quito, es crear una mayoría de más del 50 % de forma ficticia en el sentido de que quien lo logre no necesariamente cuenta con ese apoyo. “Lo que se busca es legitimar al nuevo gobernante, a veces hay mucho voto de rechazo porque en la primera vuelta uno vota por quien quiere votar, en la segunda no hay una tercera opción o más entonces puedes votar en contra de alguien, de los que quedan el uno me parece peor que el otro”.

Esto influye en parte en el crecimiento que tienen los candidatos de una vuelta a otra. Lucio Gutiérrez (197,2%) y Álvaro Noboa (191,1 %), en 2002; Rafael Correa (182,2 %), en 2006; Abdalá Bucaram (170,5 %), en 1988; Jaime Roldós (168,9 %), en 1979 y Guillermo Lasso (154,4 %), en 2021, son los seis que consiguieron un mayor incremento de votos de la primera a la segunda vuelta electoral desde el retorno a la democracia.

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El impacto de un debate depende de que tan visto sea

Los debates son hoy una oportunidad más para la difusión de contenidos sobre determinado contendor. Lo que se diga o plantea es replicado en las redes sociales con sentidos positivos y negativos. Entonces, no solo es resaltar sino capitalizar esa atención a favor de una candidatura.

Hasta antes de las elecciones del 2013, pues la principal forma de acceder a estos debates era a través de la televisión. Uno icónico fue el de la segunda vuelta de 1984 en el que participó Febres-Cordero y Borja, cuyos fragmentos están subidos en la plataforma YouTube.

“Ese fue de alto nivel ideológico, en gran medida ambos plantearon con mucha claridad sus planes. Dijeron con mucho detalle lo que cada uno quería implementar para solucionar los problemas que la ciudadanía tenía en ese momento”, asegura Álvarez.

El mundo estaba en plena Guerra Fría con dos ideologías enfrentadas bajo el paraguas de las dos superpotencias Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. En un país sudamericano como Ecuador se evidenciaba esta polarización.

El resultado de esta segunda vuelta tras el debate fue el más reñido desde el retorno a la democracia con una diferencia de 82.620 votos entre Febres-Cordero y Borja.

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Esto ha cambiado en la actualidad, ya que ahora los debates reflejan el nivel de confrontación y de controversia que existe en la actividad política. “Es un mal ejemplo que viene fundamentalmente desde el 2006 con el advenimiento del correísmo. El fin es tratar de hacer quedar mal a los demás candidatos o al que se considera que recibirá el mayor número de votos, una pelea, discusión en la que se deja de lado los planeamientos para solucionar los problemas de la ciudadanía”.

La ciudadanía decide a base de la información que hay de los candidatos, entonces evalúa con mayor certeza a quién respaldará, indica Álvarez.

Con el auge de las redes sociales el contenido del debate se fragmenta con publicaciones de pedazos del mismo, lo que da pie a posibles tergiversaciones ya que son frases presentadas sin contexto.

“Los debates son importantes en la medida en la que son vistos... La gente que los ve son normalmente personas que están relativamente informadas y politizadas, de alguna forma lo ven para confirmar su decisión”, dice Medina.

En el caso del último debate presidencial, este acogió mayor interés porque se dio tres días después del asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. “Esto hizo que la población se sienta indefensa, vulnerable, necesita saber que le va a decir quien sería el nuevo presidente o presidenta de la República”, manifiesta Medina.

En los indecisos si es un factor preponderante lo que ocurra en el debate.

Factores que marcan que gane uno u otro

Andrea Endara, coordinadora de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Casa Grande, analiza que en los cuatro casos que se consiguió revertir el resultado de la primera vuelta a la segunda hay un contexto de crisis y de hastío de lo que hasta ese momento gobernaba.

“Había un proceso clientelar bastante fuerte en el que se basa más que nada la política ecuatoriana. Hay que tomar estos contextos para entender cómo los que lograron revertir entendieron esta situación. Aquí pesa el discurso, cómo se manejan con la población, los símbolos que utilizan y entender cuál es esa ventaja que para el electorado tengo frente a mi contendiente”, afirma Endara.

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La reversión del resultado, dice Medina, depende de la combinación de dos cosas: el perfil que tenga el candidato y de la división política que exista en el momento de la elección: “El clivaje decimos los politólogos, cuál es la división más importante. Por ejemplo, con Febres-Cordero y Borja (en 1984) y Correa con Noboa (en 2006) el clivaje es claramente ideológico en ese momento, la famosa derecha contra izquierda”.

En el caso de Febres-Cordero, en 1984, su ventaja era también que Borja encarnaba el continuismo. “Se decía que venía en su momento un marxismo y una izquierda recalcitrante a gobernar y eso no se podía permitir, con ese mensaje ganó León”, dice Endara.

Un escenario parecido ocurrió en 2021 cuando Lasso vence al contendiente Andrés Arauz del correísmo.

“En esa ocasión Lasso gana por ser el representante del anticorreísmo. En la época de Febres-Cordero hubo nueve candidatos en la primera vuelta, la mayoría de ellos se aliaron con él para la segunda vuelta”.

Con Bucaram se explota también la idea de no querer lo que ya se tuvo, tras un régimen de Febres-Cordero que fue “bastante fuerte”, dice Endara, se decía en ese momento que había un olvido de los más pobres y vulnerables.

“El eslogan de Bucaram era ‘El loco que ama’, hacía alusión mucho a los pobres y siempre nombraba a los barrios más populares que habían sido olvidados”.

Correa también acogió esta dicotomía entre los malos y los buenos, una división en la que los malos son la partidocracia y las élites; y los buenos eran los pobres. “(Álvaro) Noboa representaba en ese entonces (en 2006) a las élites que habían hecho lo que les daba la gana con el país, que si ganaba serían parte de los mismos de siempre, eso es lo que el correísmo impuso en sus inicios”.

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Este ciclo de castigar a los que ya llegaron al poder sigue, a excepción del correísmo, manifiesta Endara: “Todo va de la mano con esta particularidad clientelar y populista que tiene la población ecuatoriana, que siempre busca a este líder salvador, a este caudillo que le va a solucionar la vida”.

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En el caso de Bucaram que vence a Jaime Nebot en la segunda vuelta de 1996, tras quedar en segundo lugar en la primera vuelta, Medina indica que en ese entonces primó más el carisma del candidato vencedor y el carácter populista del electorado.

“Recordemos que en ese año aún está muy fresca la Presidencia de Febres-Cordero (1984-1988) y en la Sierra el Partido Social Cristiano (que auspició a Febres-Cordero y Nebot) no era bien visto justamente por la ruptura de derechos que hubo durante ese mandato, entonces este voto rechazo favoreció a Bucaram”.

En las cuatro veces que se revirtió el resultado se generaron dos modelos. La de Febres-Cordero sobre Borja, en 1984, y Correa que vence a Noboa, en 2006, en la que se da una división por ideologías en la segunda vuelta. “Los votantes se juntan por ideologías”, asegura Medina.

Y con Bucaram que gana a Nebot, en 1996 y Lasso que supera a Arauz, en 2021, prima mas bien el voto rechazo o en contra del contendiente que pierde en la segunda vuelta, agrega.

De las doce elecciones presidenciales ya finalizadas, solo Correa consiguió la mitad más uno de los votos válidos para ganar en primera vuelta en 2009 y 2013: “Supo llegar a estos grupos vulnerables que lo podían hacer ganar, pensemos en los migrantes retornados, cómo supo acaparar a esa parte de la población que había sido abandonada en el feriado bancario, y que ahora es parte importante de su voto duro”, interpreta Endara.

Los seis que ganaron en primera vuelta y ratificaron su triunfo en el balotaje pudieron conservar los votos ganados y se mostraron con este referente de salvación ante lo que pasaba en los diferentes contextos de las elecciones, agrega la especialista. (I)