Dr. Eduardo Santillán
Ph.D. Neuropsiquiatra-Terapeuta

Cuando la persona celosa entra en un proceso obsesivo y examina continuamente su miedo a ser engañado o dejado en segundo lugar, influye claramente en la persona objeto de celos, es decir en la víctima.

Es habitual que quien es objeto de los celos de otro ingrese en un juego agresivo en el que intenta demostrar incesantemente su inocencia contribuyendo con pruebas sobre lo ilógico e irracional de la dudas o aún más de las aseveraciones de deslealtad a la cual está abocado/a.

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Pero si los celos ya obtuvieron características de patología, es decir de celos enfermizos, será un intento inútil por tranquilizar al otro. Es factible que de esta forma se produzca un cierto alivio en la persona celosa, pero solo será de manera temporal. Cuando la víctima evidencia una mayor capacidad de desvirtuar las falsas acusaciones de deslealtad y establece una cultura comportamental de evitar todo aquello que puede ser interpretado por el ser celoso como infidelidad se encontrará condicionado/a su actuar y pensar por quien padece los celos injustificados. A medida que pasa el tiempo y la víctima se pliega completamente ante las demanda del celoso, existe un alivio superficial de este, pero a costa del renunciamiento de la víctima a sus ocupaciones preferidas, amistades, gustos, estudios, etc. Llegando incluso a sentirse culpable por haber tenido sus propias preferencias. Inculpándose de los celos enfermizos que siente su agresor, su autoestima estará tremendamente afectada por que ha sucumbido ante la manipulación emocional y los chantajes propios, haciéndosele mucho más difícil salir del ciclo enfermizo. (O)