Adalberto Ortiz cultivó el cuento, la novela y la poesía. Fue un escritor de vocación y tuvo el cuidado de no caer en lo fácil. Trabajó intensamente para hacer de sus textos un poderoso grito de rebelión, pero alejado del cartelismo. Quien revise su producción –ni abundante ni corta–, logrará comprobar que el autor era prolijo con su material, que en algo dejaba entrever aquella modestia que también lo caracterizaba como ser humano.