Como “prácticas de depredación y destrucción de la vida silvestre” es considerada por ambientalistas la destrucción del ecosistema donde se encuentran musgos (sphagnum), algas y bromelias, que se ha detectado en Tungurahua en la última semana.

Hace tres días, durante la madrugada, la dirección del Ministerio del Ambiente junto con la Policía Nacional y el Municipio de Ambato decomisaron al menos veinte quintales de musgo, cinco de algas y 300 bromelias, indica Omar Landázuri, director local de Ambiente. Y lamenta que, por falta de concientización de vendedores y compradores, se dañe el ecosistema.

Rodrigo Aguilar, consultor ambientalista y exdirector de Ambiente en Tungurahua, asegura que la extracción de plantas que se usan para adornar los pesebres navideños son prácticas de depredación y destrucción de la vida silvestre. E indica que los musgos son plantas muy importantes en el ecosistema.

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Explica que están sobre rocas, suelos no productivos, pantanos o cuelgan de ramas de ciertos árboles, donde están adecuando el hábitat para otro tipo de plantas, porque tienen la función de dar abrigo al ambiente que está expuesto a las corrientes de aire, con lo cual calientan el entorno donde, por ejemplo, crecen las orquídeas y las bromelias.

Además de preparar el terreno para otras plantas, tienen el propósito de proteger las laderas rocosas, así evitan que reciban la incidencia solar y con ello puedan provocar un proceso acelerado de meteorización (descomposición de minerales y rocas) que acarrea derrumbes.

Los musgos también son el alimento de cierto tipo de ardillas, que al ser vegetarianas los tienen como parte de la dieta alimenticia. Ese es solo un fragmento del rol que cumplen estas plantas, asegura el experto, “que aparentemente son sin importancia, pero son parte del complejo mecanismo que tiene que funcionar para que un ecosistema tenga salud, que funcione y que los beneficiados seamos todos, pues los musgos también depuran la atmósfera del CO2 (dióxido de carbono)”.

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Manifiesta que el Sphagnum es un musgo que tiene la capacidad de almacenar agua hasta veinte veces el peso de su masa, y por eso él lo denomina “una fábrica de agua”. El experto también da a conocer que existen cientos de especies de musgos, pero que –pese a su importancia dentro del ecosistema– se los ha estudiado muy poco.

Pero la depredación del ser humano no es el único mal que afecta a los musgos, pues también se ven afectados por los cambios repentinos de temperaturas, muy altas durante el día y demasiado bajas por las noches. Lo que hace que se encuentren en “un riesgo muy cierto de la extinción y con ello también de las otras especies que depende de su existencia”.

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Según Óscar Rojas, técnico responsable del fondo de páramos del Gobierno Provincial de Tungurahua, dentro de un ecosistema y de la naturaleza cada uno de los elementos cumple una función, que es irrepetible y complicada de poderla reemplazar con otro. Al igual que los musgos, las almohadillas son muy apetecidas en esta temporada. “Son millones de plantitas que se asocian para soportar las inclemencias del tiempo”, dice.

Asegura que las almohadillas, los musgos y las bromelias cumplen una función ecológica en el páramo, que es lograr condensar el agua que está en forma de vapor, atraparla, tenerla retenida, transportarla al interior de la estructura esponjosa y luego soltarla con el paso del tiempo, según la necesidad, como si fuese máquina reguladora hídrica.

El experto dice que es importante cuidar estos elementos, al añadir que no existen en gran cantidad o proporción; y considera que los controles deberían ser más exigentes a nivel país para evitar que la comercialización de la planta genere negocios como el ahora detectado.

Para Agustín Punina, miembro del apoyo técnico de sistematización de los tres movimientos indígenas de Tungurahua, la culpable que se continúe destruyendo la naturaleza no es la Navidad, “sino el sistema de comercio, así como la búsqueda de medios de subsistencia de la población en el páramo”.

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Aunque también asegura que es consecuencia de la falta de conciencia que existe en las ciudades sobre el daño que se hace al ambiente. E indica que la situación es contradictoria, porque mientras en el páramo se les habla e incluso se hacen sacrificios en la conservación y cuidado de los recursos, en las ciudades aún no se concientizan del mal que se causa.

Y explica que se necesitan al menos de cinco a diez años para la recuperación de los musgos, mientras que al perder esta vegetación las fuentes de agua disminuyen en casi el 50%.

10 años
Tarda el ecosistema en recuperarse al perderlos.

 

Controles: Del expendio
Conciencia

Comerciantes de Ambato reconocen que hasta hace dos años vendían por lo menos 20 o 30 sacos de musgos, que lo compraban a $ 5 cada uno.

Controles en comercio
Desde el año pasado, los comerciantes decidieron no vender el musgo por los controles del Ministerio del Ambiente, según los expendedores, pese a que se los ofrecen desde las comunidades.