Operar a una rana y conocer cómo funcionan sus órganos es posible sin tener que sacrificar al animal (al que previamente se lo sacó de su entorno), una actividad cuestionada y rechazada en muchas aulas de clases colegiales. ¿Cómo se hace? Ahora todo puede ser virtual.Un tablero interactivo (que almacena información) y una plataforma digital hacen posibles que niños y adolescentes conozcan la fisionomía de los seres de la naturaleza. No solo en esta área se puede explorar. También en matemáticas, química, física, español e inglés.Así dice Juan Manuel Lopera Aristizábal, un emprendedor colombiano de 27 años, que adaptó recursos tecnológicos para cambiar el estilo de enseñanza en las aulas. Él llegó a Ecuador para hablar de cómo las nuevas herramientas digitales son útiles en la educación.Estuvo primero en Guayaquil, el pasado martes; y hoy (a las 19:00) y mañana (a las 13:00) estará como expositor invitado en el Campus Party, en Quito.Lopera desarrolló una especie de aula virtual, que primero circuló por Colombia y ahora está en Argentina, Panamá, Brasil, Perú, México y Ecuador. Se trata de un tablero o pizarra llamado Tomi, que se conecta a un proyector para exponer la información (en español) almacenada en la plataforma conocida como aulas amigas.En escena, es similar a las pizarras virtuales de las escuelas y colegios de países de primer mundo, como Japón. La diferencia, dice Lopera, es que están adaptadas a las realidades de las naciones latinas a bajos precios. Acá cuestan $ 500. Allá pasan de los $ 8.000.Él se crio en La Mesa, un barrio pobre del norte de Medellín (Colombia). Cuenta que un profesor “dinámico” y una computadora lo sacaron de la violencia en la que se estaba criando, pues en su sector predominaba el narcotráfico y la venta de armas.Aprendió a desarrollar software. A los 17 años se puso su compañía y, pese a que no pudo ir a la universidad por falta de dinero –según dice–, se enfocó en diseñar herramientas para mejorar la educación. Ahora planea adaptar el contenido de aulas amigas al quichua.