Un ladrón entra en una casa, se pone unos guantes y se lleva su botín sin dejar una huella dactilar, pero olvida que la oreja que apoyó en la puerta para cerciorarse de que no había nadie en el domicilio le delatará y probablemente le condenará.
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Hasta el momento, los tribunales españoles han dictado más de diez sentencias condenatorias a partir de la identificación de un delincuente por la huella de oreja.
Un ladrón entra en una casa, se pone unos guantes y se lleva su botín sin dejar una huella dactilar, pero olvida que la oreja que apoyó en la puerta para cerciorarse de que no había nadie en el domicilio le delatará y probablemente le condenará.
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