Hace tres décadas, la avenida Samborondón empezó a marcar una tendencia de vida que en el presente siglo ganó rápidamente adeptos: las urbanizaciones cerradas. En principio la búsqueda de sectores más exclusivos y tranquilidad movilizó a los compradores, pero con el paso de los años la seguridad se convirtió en el principal motivo de muchos ciudadanos para dejar las zonas residenciales o ciudadelas de Guayaquil y ni qué decir del centro.

El crecimiento de urbanizaciones cerradas llegó a La Aurora (Daule), Salitre, la vía a la costa en Guayaquil y Chongón. Pero la tranquilidad y aspiración de seguridad se han perturbado. Noticias de robos, intentos de secuestros y asesinatos en sectores cercanos o dentro de ellos preocupan a sus habitantes, que exigen patrullajes y planes concretos para estas zonas.

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Aunque el estilo de vida en las urbanizaciones cerradas incluye guardianía privada, garitas, uso de distintos tipos de dispositivos de ingreso y seguridades especiales, los delincuentes –en los últimos meses– se han dado modos para cruzar y hasta asesinar a personas. En los distritos policiales se ofrecen botones de pánico, grupos de chat y otros medios como respuesta a los reclamos.

Los pedidos de la comunidad se multiplican y el Bloque de Seguridad ha realizado operativos en urbanizaciones incautando armas y dinero, y ha detenido a miembros de bandas.

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La Policía Nacional solicita a las administraciones facilidades para realizar patrullaje, pero tampoco es continuo por la falta de unidades. Por ejemplo, se conoce que en la zona de La Joya, Villa Club y toda La Aurora están asignados no más de tres vehículos a la Policía.

Es necesaria una revisión de los mecanismos de seguridad en todo el país, sean o no urbanizaciones cerradas. La respuesta ante emergencias debe ser cada vez más rápida y contar con la cooperación de la población. La asesoría en materia de seguridad para la comunidad es otro recurso válido en la actualidad. Todo esfuerzo por la paz suma. (O)