El estado de excepción y el confinamiento durante los fines de semana decretados para 16 provincias, que rige desde hoy hasta el 20 de mayo, para contener la propagación acelerada de COVID-19 en Ecuador, han sido recibidos con reparos en varios sectores de la población. Se critica que, al ser parcial, resultará insuficiente, a la vez que se cuestiona que restringir horarios pueda ocasionar más aglomeraciones.

Sin embargo, la realidad es que, si no se descongestionan los hospitales, se incrementan las muertes porque una gran cantidad de infectados no alcanza a recibir atención médica. A la población le corresponde actuar con mesura, planificar las compras y las gestiones inaplazables de lunes a viernes y postergar actividades que no sean urgentes.

Aún no llegamos a la calamidad que padecen Brasil e India, donde la velocidad de contagio del SARS-CoV-2 ha sobrepasado los servicios de atención sanitaria, y los infectados mueren sin opción de acceder a un hospital, pero en Ecuador ya se observan varias características en torno al COVID-19 que no ocurrían a inicios de la pandemia cuando el coronavirus no había mutado. Las variantes del virus generan ahora síntomas diferentes, los cuadros se agravan en menor tiempo, se conocen más casos de infectados entre niños y personas jóvenes. En general, los médicos y demás personal sanitario están extenuados y hay escasez de insumos y de medicamentos.

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Las autoridades nacionales tratan de que las restricciones no sean contraproducentes para el sector comercial que intenta recobrar aliento, siendo necesaria la corresponsabilidad ciudadana y de los sectores productivos para hallar las maneras de bregar por el cometido de desacelerar el ritmo de los contagios.

Nuevamente se requieren aunar esfuerzos y encontrar soluciones prácticas para reducir las interacciones presenciales. Ayudará a disminuir la circulación del virus, que los proveedores de servicios factibles de realizarse por vía telemática afinen sus equipos para lograr mayor eficiencia en la atención a los usuarios. (O)