Inaceptable. La violencia contra cualquier ecuatoriano siempre será rechazada y no puede justificarse en nombre del derecho a la resistencia. Este 7 de octubre la caravana presidencial fue agredida en Cañar y el Gobierno presentó una denuncia por tentativa de asesinato contra el mandatario Daniel Noboa.

Los vehículos de la caravana tienen huellas de piedrazos y en redes sociales circulan videos del momento en que pasaba en medio de una protesta.

Puesta la denuncia en la Fiscalía General del Estado tendrá que investigarse. Y los propios dirigentes de las manifestaciones están llamados a hacer una revisión de lo ocurrido, porque un reclamo por más legítimo que puedan considerarlo no debe atentar contra la integridad de nadie.

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Si se trata de infiltrados hay que identificarlos y entregarlos a las autoridades porque no le hacen ningún favor al Ecuador.

Según la denuncia presentada por la ministra del Ambiente y Energía, Inés Manzano, en “el carro presidencial hay signos de bala”.

La violencia está desbordando los márgenes de la política y la protesta, mientras la democracia corre peligro.

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Los últimos días del mes anterior Efraín Fuerez, un comunero indígena, murió en medio de las manifestaciones. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) afirmó en sus redes sociales que lo alcanzó una bala de las Fuerzas Armadas. Este hecho tiene que ser investigado con el mismo interés que exige una denuncia del calibre de la presentada por el régimen.

La violencia política y social pone en jaque no solo la gobernabilidad, sino la convivencia democrática. Urge la unidad y buscar canales de solución.

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Una mediación ha sido el medio para terminar con manifestaciones similares en el pasado. Cada momento político define sus acciones, pero hay que hallar mecanismos de paz con urgencia porque la vida de todos los ecuatorianos es valiosa. No debe haber cabida para la impunidad en ningún caso ni pueden repetirse agresiones. Ecuador no lo merece. (O)