La tarde del 24 de junio pasado, un ataque con armas de fuego y armas blancas en la cárcel de Riobamba, Chimborazo, fue titular: Daniel Salcedo, quien había sido trasladado de la prisión La Roca, era el objetivo, y su hermano Noé resultó herido al intervenir, de acuerdo con datos oficiales.
Este mismo mes, en un operativo en el centro penitenciario La Roca se decomisaron siete teléfonos celulares de alta gama que estaban en posesión de los internos. Por el caso la Fiscalía inició una investigación contra Carlos L., alias Invisible, sentenciado a 34 años por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
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Los dos hechos, en distintas cárceles, demuestran la fragilidad de los controles, fallas o complicidad, como calificó el presidente Daniel Noboa a la vigilancia en turno tras la fuga, el viernes pasado, de un líder de la banda Los Águilas de la Penitenciaría del Litoral. Generalizar es peligroso y extremadamente grave, porque significaría una desesperanza total en la institucionalidad, donde con seguridad hay elementos dignos, pero sí es claro que la delincuencia ha contaminado a varios y se requiere una purga con justicia y urgencia.
Desde que el 9 de enero de 2024 el presidente Daniel Noboa reconoció, por decreto, la existencia de un conflicto armado interno, las Fuerzas Armadas participan junto con la Policía Nacional en tareas contra el crimen organizado. Hasta antes solo podían ingresar a las cárceles en declaratorias de excepción, ahora son parte de operaciones, más allá de que el SNAI (Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores) es el responsable de la gestión en los centros de privados de libertad.
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El Gobierno ha identificado los problemas, se están aprobando leyes para atacar a las estructuras criminales, también está obligado a depurar de elementos que contribuyen a que los grupos de delincuencia organizada sigan afectando al país. Es impresentable que mientras por un lado se captura, se sentencia, por otro se les permita actuar aun estando en prisión. (O)