“Quiero reafirmar que la Santa Sede no permanecerá de brazos cruzados frente a las graves desigualdades, las injusticias y las violaciones de los derechos humanos fundamentales en nuestra comunidad internacional, cada vez más fracturada y sujeta a los conflictos”. El cable internacional registra la declaración del papa León XIV de este sábado como una de las primeras en que expresa una opinión tan clara desde que fue elegido en mayo para dirigir la Iglesia católica tras el deceso del papa Francisco.
La voz de los líderes religiosos, sociales, políticos es necesaria frente a las injusticias y la violencia. La comunidad internacional no puede permanecer en silencio cuando los enfrentamientos, el terrorismo, las malas decisiones y el autoritarismo amenazan a la comunidad en diversas regiones del mundo.
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La voz del papa sin duda es potente, pero hace falta sumar otras voluntades –sin distinciones de creencias ni de ideología–. Además de ser críticos ante la impunidad, el discrimen, el irrespeto por la dignidad humana, urgen acciones decididas y globales. Inclusive revisar hasta qué punto los convenios internacionales están funcionando y cuáles deben ser revisados ante la evolución tecnológica.
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El papa León hizo énfasis en las desigualdades y como su antecesor se refirió a la defensa de los derechos de los migrantes. La migración es fruto de la falta de oportunidades, de la pobreza, la marginación e incluso la inseguridad contra los que deben trabajar los Gobiernos.
La injusticia se convierte en impunidad siendo también una forma de violencia. El terror que infunden los grupos de delincuencia organizada es otra violación al derecho a la paz. Las guerras, el autoritarismo, el discrimen... todo ello debe repudiarse. Pero la declaración del papa será insuficiente si toda la comunidad y los Gobiernos no deciden por un viraje real, por un trabajo colaborativo internacional que aproveche experiencias, que escuche y que entienda que la paz debe recuperarse, protegerse y abrir las puertas al progreso. (O)

















