El Gobierno nacional y los órganos competentes han convocado a una asamblea constituyente para cambiar la Constitución. Esto, como era previsible y es comprensible, ha suscitado un tsunami de opiniones, teorías, interpretaciones, tesis y contratesis, apoyos y censuras. Pero el bla bla bla excesivo, la sabiduría improvisada, la abundancia y recurrencia de los analistas y expertos de última hora, los especuladores de pantalla, los bailarines de la red social TikTok y los interesados en mantener una constitución agotada contribuyen a promover una confusión infinita.

La constituyente en Guayaquil

Esta situación es perjudicial para la democracia y para la solución de los problemas del país, y no contribuye a que los eventos políticos se desarrollen con la calma necesaria para generar las posibilidades de tener una sociedad tranquila y, ojalá, próspera.

No se discute el derecho a opinar, pero será preciso entender primero qué es una constitución, más allá del usual repertorio de lugares comunes. Y leer al menos lo sustancial de la Constitución de 2008, escuchar criterios, discutirlos, preguntar para formarse un concepto razonable del asunto, hablar en cada casa, meditar y ejercer, de verdad, el papel de ciudadanos, que no es solamente un membrete devaluado, es la condición de miembros de la sociedad política con conciencia cívica, interés por la suerte del país y voluntad de convivencia. Sí, voluntad de convivencia, esto es, ánimo constante de ser ecuatorianos, que nos lleve a interesarnos en los asuntos públicos, más allá del espacio de cada cual y prescindiendo del odio, del veneno del resentimiento, de la trampa y la táctica del desquite y la pedrada.

Preparar una nueva constitución

Este es, quizá, el momento adecuado para elevar el nivel del debate en nuestro país, argumentar sin pasión y poner de moda un elemento central de la democracia, pero notoriamente olvidado: la tolerancia.

Se hace necesario, en mi opinión, que la sociedad civil, los medios de comunicación y los partidos –si aún existen– se propongan desarrollar una pedagogía pública que contribuya a entender adecuadamente los temas que se discutan, las propuestas que se sugieran y las razones de cada posición. Semejante idea rebasa ciertamente la propaganda y debería superar los prejuicios y las medias verdades, o a las mentiras, que surgirán en el camino. Veremos, ahora, si la democracia es, de verdad, una cultura o es una de las falsedades en las que vivimos anclados.

Constituyente a la vista

Si en el 2008 fueron la indolencia, el caudillismo, los engaños y el desconocimiento del texto constitucional los factores que contribuyeron a que la gente, sin leer el proyecto, aprobara la constitución inventada en Montecristi, en esta ocasión, el desconcierto, la improvisación y la ausencia de debates razonables pueden inducir a que se apruebe cualquier otra aventura constitucional.

No se discute el derecho a opinar en ejercicio de la libertad, pero habrá que hacerlo con oportunidad y conocimiento de causa y, sobre todo, con responsabilidad y buena fe.

Es posible que todo esto sea como lo de las peras del olmo; pese a ello, hay que decirlo. (O)