El pasado 4 de septiembre se hizo pública la resolución de la Corte Constitucional de Ecuador, por la cual rechazó la pregunta
de consulta popular enviada por el presidente Daniel Noboa que buscaba viabilizar el enjuiciamiento político de los magistrados de la Corte Constitucional, a cargo de la Asamblea Nacional.
Los jueces han considerado en su dictamen que esta propuesta comprometía principios fundamentales de la Constitución, como la independencia judicial y el sistema de pesos y contrapesos, por lo que no podría realizarse mediante una enmienda.
Más allá del análisis jurídico de lo resuelto por la Corte, que no comparto para nada, lo de fondo es que ha primado el instinto de conservación de los magistrados, pues de aprobar la pregunta y ser validada luego en las urnas por el pueblo, era previsible que el Gobierno, con mayoría en la Asamblea, estrenaría ese derecho a la primera de cambio.
Es por esa razón que en esta columna insistimos en varias ocasiones, que el presidente Noboa ¡debía! convocar a una asamblea constituyente que redacte una nueva Constitución; porque sabíamos que el camino de las enmiendas o reformas vía consulta popular era muy cuesta arriba y altamente desgastante, sobre todo, en lo político; que el blindaje de la Constitución de Correa solo se eliminaba con una constituyente; que el presidente debía hacerlo aprovechando el impulso que traía de ganar una elección con amplio margen, y que debía hacerlo como uno de sus primeros actos de gobierno, pues en la medida en que pase el tiempo, el desgaste vendrá y con este las dudas de hacerlo, por el temor de que ese desgaste influya en el resultado en las urnas.
Lamentablemente, voces entusiastas pero que desconocen el intríngulis jurídico y constitucional del país y los fantasmas del correísmo que muchos no pueden superar, empujaron hacia las reformas parciales. Y ya vemos como hemos terminado.
A ello hay que agregar ahora el resultado electoral del pasado domingo en Buenos Aires, que representa una estrepitosa derrota del gobierno del presidente Javier Milei frente al peronismo, que luego de parecer arrinconado ahora se levanta con fuerza y con intención de repetir la dosis en las elecciones nacionales del mes próximo.
Digo esto, porque aunque digan lo contrario, en Carondelet deben estar sonando las alarmas. Porque el proceso de Noboa se parece al de Milei, y aunque el Ecuador no es Argentina, en muchos aspectos, coinciden en lo fundamental: el pueblo apuesta al cambio para ver resultados que lleguen a la puerta de su casa, a su vida diaria. Y aunque la publicidad oficial generalmente amplifica lo bueno e invisibiliza lo malo de un gobierno, al momento de votar el elector se mete las manos al bolsillo, piensa en la calidad de servicios que tiene y premia o castiga al gobernante de turno.
Aún estamos a tiempo de un gran cambio, señor presidente. Convoque a una asamblea constituyente y déjele al Ecuador una Constitución que sea una verdadera herramienta de progreso, en lugar de la actual, una entelequia de complejos y retórica caduca, alejada de la realidad globalizada que vivimos. (O)