Como es conocido, la aprobación de la gestión del Lic. Lenín Moreno apenas llega al 4,8%, en tanto que la credibilidad en su palabra no supera el 2,8%, es decir, una valoración paupérrima luego de cuatro años de permanecer en el Palacio de Carondelet, lo que implica una abierta reprobación de casi todo un pueblo para un gobierno que termina sus días entre las sombras y acorralado por la mirada escrutadora de la gente que espera la hora de la transición presidencial.
Con datos duros como los referidos, le resulta al oficialismo tarea imposible tratar de maquillar una realidad por demás evidente. Tanto es así que el primer mandatario, con ocasión de su reciente viaje a Miami, para participar en el Foro por la defensa de la democracia en las Américas, desveló –a través de una anécdota– que una persona en algún momento le dijo: “...ojalá tuviéramos un mejor presidente...”. Esto es importante subrayar ya que existe una aceptación respecto de las limitaciones de un régimen, con el representante del ejecutivo a la cabeza, que fue incapaz de dar respuestas y peor solución a las demandas sociales.
No obstante, en ese mismo espacio, el presidente Moreno, sin sonrojarse siquiera, añadió como contrarréplica al cuestionamiento popular que “...ojalá tuviera yo un mejor pueblo...”, lo que expresa no solamente una afrenta para los ecuatorianos, sino también evidencia falta de madurez de todo orden al tratar de encontrar culpables, repartiendo por aquí y por allá responsabilidades, incluyendo a los propios ciudadanos, respecto de los errores que han sido y son cometidos desde las esferas de poder.
Lo que olvida el Lic. Lenín Moreno es que, precisamente, su plan de gobierno (incumplido y, por lo tanto, causal de revocatoria del mandato) apuntaba a crear condiciones encaminadas a reducir la pobreza; promover una mayor igualdad social; generar oportunidades a nuestros niños y jóvenes, independientemente de su condición económica, a través del acceso a una educación y salud públicas de calidad, así como la ampliación de la infraestructura social productiva. Se habló de un Plan Nacional de Desarrollo 2017-2021 que colocaba al ser humano por encima del capital. En resumen, el ahora gobierno saliente propuso edificar una sociedad más fortalecida y robusta, ‘un mejor pueblo’, pero ya sabemos los desastrosos resultados finales alcanzados.
Más bien, los ecuatorianos han sido bastante tolerantes frente a la desidia y cachacienta acción gubernamental. El incremento de la pobreza y pobreza extrema, hoy en el orden del 32,4% y 14,9%, respectivamente, y con un mayor deterioro en el área rural, pudo ser –por sí sola– una mecha que encienda la protesta social. Pero no. El pueblo ha preferido democráticamente con la paciencia bíblica de Job, esperar el 24 de mayo para que se estampe el punto final al agonizante gobierno de ‘Toda una vida’.
¿Qué mejor pueblo pudo pedir, señor presidente Moreno, si hasta para renegar de él en un evento internacional, ‘el Soberano’, a través del pago de impuestos, termina cubriendo los viáticos y más gastos que demandó ese inoportuno (innecesario) desplazamiento a EE. UU., suyo y el de su comitiva oficial? (O)