En Ecuador se dice “troncha” a la estructura de familiares y amigos que cooptan espacios. La troncha es la mafia que se apropia de las instituciones. La troncha es sinónimo de nepotismo y algo más como el uso de información privilegiada y manipulación de todo a beneficio de un grupo.
En sociología se lo analiza como “nepotismo”. El nepotismo es un defecto que atenta contra la meritocracia. El nepotismo desmoraliza a las nuevas generaciones –porque no importa cuánto alguien se esfuerce– los cargos ya están reservados a los parientes y amigos. Sin embargo, hoy asoma una luz en medio de la oscuridad.
Con el liderazgo de Niels Olsen, presidente de la Asamblea Nacional, se empiezan a pensar en medidas contra el nepotismo. Ojalá dicha perspectiva alcance a otras instituciones públicas y privadas que reciben fondos del Estado. La evaluación del nepotismo es clave porque permite identificar los nudos de corrupción que facilitan el festín de recursos y oportunidades.
Resulta aleccionador que una persona pueda iniciar un cambio significativo. Olsen impulsó la sanción contra los impuntuales, los que no trabajan todos los días y ahora enfoca su accionar para ordenar la casa y liberarla del nepotismo. Aquello es digno de mención e inspirador. Pero, el limpiar la casa debe ser exhaustivo, al analizar toda la estructura y sus funciones.
El nepotismo es un flagelo, porque corrompe la cadena de acciones, contrataciones y decisiones. Cuando quien detenta el poder coloca a sus familiares, es como si un barrio permitiera que el grifo de agua vaya a una sola vivienda. El nepotismo rompe el principio de igualdad de oportunidades y crea el escenario perfecto para el mal uso de fondos y así el dinero público alimenta las arcas de la troncha.
El nepotismo viola la igualdad de oportunidades, que es la esencia de la meritocracia. En la igualdad de oportunidades se crean concursos públicos para cada cargo, en los que todos participan bajo las mismas condiciones. Sin embargo, si una autoridad desea beneficiar a los suyos, también puede incidir en los concursos públicos, ya que maneja información privilegiada, datos claves que inclinan la balanza a favor de los suyos.
Así, el nepotismo produce corrupción y crea un caldo de cultivo donde se funden el mal uso de información privilegiada, manipulación de concursos, redes de privilegiados que fortalecen sus lazos para beneficiarse entre sí.
En un escenario ideal el nepotismo no debe existir, la corrupción debe ser combatida, la información privilegiada no debe usarse en beneficio personal y todos los puestos deben ingresar a concurso de méritos para garantizar la igualdad.
Cuando se usa el poder para apropiarse de información privilegiada, se otorgan puestos sin concurso público y se contrata por afectos de parentesco o amistad, todo se corrompe. Y las instituciones dejan de ser de todos para convertirse en patrimonio familiar.
Así que bien por Niels Olsen y ¡el bien por el país! Desde esta columna le pedimos que continúe con su labor y contribuya al país con ética. (O)