Diciembre está a la puerta y surge la lista de gente que ocupa un lugar especial en nuestro corazón. Junto con la decoración de fachadas, pesebres y árboles aparece la preocupación por los regalos.
Un divertido experimento titulado “Experimento navideño” hecho en 2015. Convocó a 27 jóvenes para preguntarles cuatro cosas:
-La primera, ¿quiénes son las tres personas más importantes en su vida? En sus respuestas estaban sus familiares, amigos y amores, que marcaron recuerdos hondos en ellas. Y ahora le invito a hacer su propia lista: ¿cuáles son sus tres personas más importantes?
-La segunda pregunta fue: ¿qué le vas a regalar en esta Navidad? Y entre las respuestas estaban las opciones tecnológicas, los vestuarios, las golosinas o accesorios. Y a propósito, ¿cómo les va con su lista de regalos? Para mí es siempre difícil escoger cómo expresar ese “gracias”, ese “te quiero” o ese “eres lo más importante”.
-La tercera pregunta fue: “Y si te sacas la lotería, ¿qué les regalarías?”. Entonces, el experimento cobró un tinte intenso, y las personas nombraron todo lo más caro que se les ocurrió: un auto, una casa frente al mar o un viaje alrededor del mundo, por ejemplo.
-Sin embargo, la última pregunta fue: Y si supieras que es la última Navidad de tu ser querido, ¿qué le regalarías? Entonces, tanto las expresiones como la euforia cobraron un nuevo camino, y en su totalidad dijeron: “Les regalaría mi tiempo, mi presencia, a mí”… Y usted ¿qué regalaría?
Dicho experimento evoca el pensamiento de Martin Heidegger, un filósofo alemán que afirmaba que lo único que a usted y a mí nos junta es que ambos no tenemos la certeza de si estaremos vivos el día de mañana. De ahí que Heidegger nos convoca a vivir centrados en el ser y no en las cosas. En otras palabras, regalarnos y regalar nuestro tiempo.
Seguramente, usted también tiene un rincón con regalos que nunca se usaron.
Y sin embargo, nadie nos regaló su tiempo, su escucha.
Seguro cambiaríamos muchas cosas materiales por tiempo junto a esas personas maravillosas a quienes les debemos tanto.
Igual son los Estados, muchas veces la gestión se desgasta en las cosas y se posterga lo importante, lo trascendente, como la atención a la salud, la educación y la seguridad. Y se enfrascan en peleas que dividen y fragmentan. Se invierten en cosas que no trascienden o por lo menos que no están al servicio de la mayoría.
Esperemos que la llegada de diciembre permita que cada uno priorice el tiempo con la gente que ama.
Y a nivel público se planifiquen el diálogo, la concordia y el debate genuino que tanta falta hace para la gestión acertada.
Ojalá este fin de año se suavice el corazón de quienes han aterrorizado el país, infundido discursos de odio, violencia y animadversión. Porque finalmente, si cada uno desde su metro cuadrado se dedica a atender con amor a los suyos, habremos empezado a caminar hacia la paz. (O)