La crisis generalizada de nuestro subcontinente en todos los órdenes es casi macabra. Ocho de nuestros países se encuentran entre los diez del mundo más afectados por la pandemia y que de peor manera la han enfrentado; algo parecido sufren sus economías; y ni qué hablar de su situación política, que parece todavía más inestable en la costa del Pacífico: Chile tiene un futuro incierto, que en mucho dependerá de la nueva Carta Política que redacte la Asamblea Constituyente, que será dictada por fuerzas del centro a la izquierda, marginando a la derecha actualmente gobernante; nuestra vecina Colombia, a más de la grave manera que le afecta la pandemia, lleva semanas sin encontrar una salida a la crisis social que se inició por el plan tributario del gobierno conservador de Duque; el Perú, con la tasa de mortalidad más alta del mundo por la pandemia, se encuentra peligrosamente sumido en un enfrentamiento electoral entre la izquierda y la derecha, con fuerzas equivalentes; ojalá lo supere sin quebrantamiento de la paz. De esta inestable situación política de nuestros vecinos inmediatos depende el Ecuador en materias de seguridad y comercio internacional, principalmente. El posible triunfo del candidato izquierdista Pedro Castillo ha causado la caída de la cotización del sol peruano y el derrumbe de sus valores en las bolsas de valores del mundo. De concretarse el triunfo de Castillo, es muy posible que los migrantes venezolanos que anteriormente ingresaron a Perú se trasladen en gran número a Ecuador en busca de alguna oportunidad, incrementando el número de desempleados, lo que aumentaría la inseguridad descontrolada que vivimos. Por estas consideraciones, a Ecuador le convendría un eventual triunfo de Keiko Fujimori, que luce improbable al momento... El cambio ideológico de nuestros vecinos también puede perjudicar nuestro ingreso a la Alianza del Pacífico. Lo estamos experimentando en la demora de la concreción de un Tratado de Libre Comercio con México, indispensable para nuestro ingreso a la Alianza. Necesitamos una equilibrada política que permita llevar una relación amistosa, de cooperación, con nuestros vecinos, independientemente de su orientación ideológica; como así hay que hacerlo con la comunidad internacional. Hay que evitar los errores cometidos por Chile y Colombia, cuyas políticas neoliberales los han envuelto en llamas. El actual gobierno ecuatoriano es de absoluta orientación liberal. El presidente y los funcionarios que lo rodean provienen mayoritariamente de una fundación constituida como un tanque de pensamiento liberal. De si esas políticas tienen éxito dependerá si nuestro país se enrumba por la ruta del progreso; caso contrario, nos ocurrirá lo mismo que a Argentina, cuando luego del fracaso del gobierno de Macri regresó al poder la izquierda. A las figuras nuevas de nuestro nuevo gobierno hay que decirles que la primera norma de un Código de Ética es la observancia de las leyes. Toda persona designada por decreto es un funcionario y debe registrar su nombramiento en Contraloría. El no cobrar sueldo no les convierte en diferentes, es legalmente irrelevante; los funcionarios ad honorem van a manejar información privilegiada, reservada y deben sujetarse a las normas generales. (O)