Le escribo estas líneas con la certeza de que las leerá usted o alguien que lo aprecia de verdad. También con la sinceridad que me caracteriza. Seguro, además, de que es la mejor forma de aportar al éxito de su Gobierno.

No tengo la menor duda de sus intenciones. Conozco de primera mano la ilusión con la que usted asumió el desafío de mejorar la vida de los ecuatorianos.

También sé que todo su esfuerzo de trabajo está fundamentalmente afincado en el Ecuador, y que mejorar las condiciones de vida para el país, además, es mejorarla para sus seres queridos.

Es evidente que la realidad ha sido muy diferente a lo planeado, por lo menos en este primer año. Que, salvo la exitosa vacunación (porque dependió 100 % de usted y de un equipo público y privado de lujo), que generó bienestar al país y ha sido el principal motor de la reactivación poscovid, en lo demás hay un generalizado mal sabor de su gestión este primer año. No hablo por mí, sino por las encuestas, que, números más, números menos, coinciden en ello.

Que, aunque es indudable el cambio de imagen del país con su llegada al poder, que se manifestó con la caída del riesgo país, con las importantes visitas a Gobiernos extranjeros y los esfuerzos por abrir mercados y mejorar las condiciones para la inversión extranjera y para el ingreso de productos ecuatorianos en el exterior, para el pueblo, ese que pone presidentes, ese que lo llevó al poder, lo importante, lo prioritario y lo urgente es seguridad, salud y trabajo.

NO me voy a detener a analizar la reforma tributaria. Sí me voy a referir al impacto que causó en sus números de aprobación de gestión, que, como ya lo he dicho en esta columna, en un país con tan débil institucionalidad son fundamentales para la estabilidad y capacidad de gestión política de un Gobierno.

Tampoco voy a cuestionar su decisión de romper con Jaime Nebot diez días antes de asumir el poder. Sí le voy a decir que, a estas alturas, con el PSC y el correísmo alineados con usted en la asamblea, el panorama sería otro.

En todo caso, ya no es tiempo de mirar atrás ni de pensar en lo que pudo ser, sino de avanzar con lo que hay.

Hace bien en “refrescar las líneas”; en rodearse de su gente, de su equipo de confianza, que puede ser joven y algo inexperto, en algunos casos, pero con buenas intenciones y, sobre todo, leal a usted. Deshágase de conspiradores enquistados en importantes espacios de poder que no hacen más que servir a sus patrones, en detrimento de su gestión.

Ojalá, con importantes decisiones en seguridad y salud pública, mejore las condiciones de vida de los ecuatorianos y, con ello, pueda levantar sus niveles de aprobación de gestión, para darle estabilidad a su Gobierno en beneficio de la institucionalidad democrática del país.

Por el bien del país, por el éxito de su gestión, que será el éxito de todos, desde esta columna le deseo mucha suerte. (O)