Sea por factores naturales o por la intervención devastadora del ser humano, el planeta sufre cambios en el clima íntimamente relacionados con el medioambiente, con la vida. La vida marina, por ejemplo, podrá extinguirse. Esa posibilidad la expone una publicación de la revista Science que recoge declaraciones de expertos que aseguran que “si las emisiones de gases de efecto invernadero que emite la humanidad continúan sin control, el calentamiento de las aguas y la pérdida de oxígeno en el mar podrían conducir por sí solos a una extinción masiva capaz de rivalizar con las cinco peores catástrofes del planeta. Sugieren que podría ser lo suficientemente significativo como para borrar gran parte de la diversificación de especies que ha ocurrido desde el evento de extinción del final del Cretácico que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años”.

Asimismo, National Geographic publica que el Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales del Brasil sostiene que las causas más impactantes en el cambio climático son: la quema de fósil, vehículos y actividad industrial, rellenos sanitarios que liberan metano, la agricultura y ganadería y la quema de vegetación.

Evolucionar o desaparecer

En Ecuador el efecto climático ha conseguido que el océano que lo rodea deje de ser tan rico en especie. Los océanos, en todo el planeta, están perdiendo oxígeno en un ritmo sin precedentes.

Hace diez años el papa Francisco nos entregó Laudato Si convocándonos a todos a mirar el daño que le hemos causado al planeta, y en esa conciencia iniciar una conversión ecológica que “debe traducirse en formas concretas de pensar y actuar más respetuosas con la creación”. Tan concretas como analizar el impacto que están teniendo las inversiones en combustibles fósiles que siguen creciendo, a pesar de que los científicos nos dicen que los combustibles fósiles deben permanecer bajo tierra.

Amo de tu destino

La ciencia y la fe nos alertan, en todas las dimensiones de nuestro entendimiento, de lo que estamos destruyendo. Trata de un llamado para que reparemos y cuidemos la casa común, que cambiemos nuestros hábitos, estilo de vida, alimentación y sobre todo, la forma y el lugar donde creemos que encontraremos la satisfacción de estar vivos.

Se hace urgente plantearnos la responsabilidad de “estar a cargo” del planeta como lo hace un buen padre de familia, pensando y actuando por una familia, nuestra familia universal. Hemos visto suficientes tormentas, sequías aparentemente inexplicables que nos han causado mucho daño, para no tomarnos en serio esto de mirar y valorar esta tierra, que incansablemente nos alimenta, nos sostiene, y en silencio atestigua lo que le hacemos.

Deshumanización: una epidemia silenciosa

No quiero imaginarme que después de la muerte exista una vida que nos obligue a contemplar a nuestra descendencia padecer de una muerte lenta, por no poder comprar oxígeno o agua. Sobre lo que hagamos o dejemos de hacer para darle –o quitarle– vida al planeta, rendiremos cuentas, no importa dónde y cómo, pero daremos cuentas.

Y usted, querido lector, ¿cómo cuida la vida del planeta? (O)