Es una de las acciones que los expertos recomiendan para mejorar la administración pública. Además, recortar subsidios e incrementar los ingresos, mejorando la recaudación de impuestos. Casi tan simple como lo hace un buen padre de familia. Arroparse hasta donde da la sábana y no gastar más de lo que se recibe. Reducir el costo del gasto público no es tan simple. Hay que recortar donde se pueda y, si hay un exceso de empleados públicos, recortar la nómina, suprimir partidas, no hacer nuevos nombramientos, no llenar vacantes. Es una medida casi heroica porque se trata de seres humanos que dejan de recibir sus sueldos y caen en desempleo. Es una especie de dialéctica terrible que el Gobierno actual ha puesto en acción. Supongo que se ha preparado para las inevitables protestas.

No es la primera vez que un gobierno se ve obligado a asumir el riesgo. Lo viví cuando fui ministro de Educación, Cultura y Deportes, en el gobierno de Sixto. Tres ministerios en uno. Claro que éramos menos, pues la población crece. Pero ni para mis antecesores ni mis sucesores eso era imposible. Simplemente trabajábamos con patriotismo y honradez. Tuvimos que desconcentrar y descentralizar, asignar nuevas funciones, repartir responsabilidades. Un ministro es un ejecutivo. Se informa, escucha a los interesados, con más cuidado si hay algún contencioso, y resuelve. Se entiende que tiene una buena preparación de estudios y experiencias, porque en el fondo de los problemas, siempre es la información la que aporta los datos para decidir. Es la razón por la cual se exige un mínimo de 30 años para ser ministro. A esa edad, recién se empieza a comprender bien los problemas y se tiene alguna información.

No tengo prejuicios respecto de la capacidad de los ministros que van a absorber otros despachos. Se adaptarán, pondrán en juego sus experiencias e imaginación. En mis años, todo era más pequeño y tenía excelentes directores, algunos con maestrías y estudios en el exterior. Delegué los asuntos de mero trámite y me concentré en ejecutar un proyecto que todavía es necesario porque la educación nunca termina: la Reforma Curricular. Dar prioridad y mayor intensidad horaria a la enseñanza de las materias que son la base del conocimiento humano, los idiomas, español, quichua e inglés, y la aritmética: las cuatro operaciones básicas y la regla de 3. Lo llamamos módulo científico-instrumental.

El otro módulo es el ético-cívico. La moral y las buenas costumbres. El niño debe aprender en la escuela que respetar y ser honrado es bueno y rentable. Que amar a la patria, a sus familias y al prójimo es indispensable para la vida.

Nada nos detuvo. Ni siquiera la huelga infame de dos meses decretada por la UNE.

Disculpe, lector, que me haya extendido tanto en recordar esa experiencia, que pudo ser realidad por el apoyo del presidente y su gabinete. La recuerdo porque creo que hay que apoyar al gobierno que se arriesga a hacer lo que debe. Que las cifras no son significativas, es verdad, pero hay que considerar que hay otros ahorros relacionados. Y si la política se mantiene en el tiempo, las cifras crecerán. Hay que comprender y dialogar. (O)