Basculante, peatonal y ciclístico, su ubicación es un obstáculo para la navegación y maniobrabilidad de embarcaciones que arriban o zarpan del puerto histórico de Guayaquil; desde su inauguración se han producido cuatro colisiones ampliamente publicitadas: un pesquero hundió un tramo del puente, dos corbetas de la Armada del Ecuador y últimamente el velero escuela Cisne Branco de la Armada de Brasil.
Se construyó por voluntad del expresidente Rafael Correa, con dinero de los ecuatorianos. Declaró a la isla Santay Área Nacional de Recreación, pulmón para los guayaquileños, y ordenó la construcción de dos puentes, Guayaquil-Santay y Santay-Durán. El Instituto de Contratación de Obras, luego Servicio de Contratación de Obras (Secob), contrató la construcción, intervinieron los ministerios de Desarrollo Urbano y Vivienda, Turismo y Ambiente. No tomaron en cuenta a la Secretaría de Puertos y Transporte Marítimo, Dirección de Espacios Acuáticos, Instituto Oceanográfico de la Armada, posiblemente por tener opiniones técnicas contrarias a su ubicación.
El puente Guayaquil-Santay afectó la actividad productiva aguas arriba de la calle El Oro: los muelles (ej. Molinera), varaderos, astilleros, ferreterías marinas, empacadoras de camarón, etcétera. El Astillero Naval Ecuatoriano (Astinave) está afectado en la maniobrabilidad demostrado por las colisiones de dos corbetas misileras. Cuando alguna voz de la Armada se opuso a la ubicación, el expresidente en varias sabatinas la acalló por “atrasa pueblos”; amenazó con la expropiación total de los terrenos de Astinave y reubicarlo en Posorja; además, el traslado de la Primera Zona Naval, Comando de Operaciones Navales y Casino de Tripulación a la Base Naval Sur, dijo que toda el área formaba parte del plan integral para recreación.
La propaganda gubernamental comparó al puente, por tener (860 m), con los más grandes del mundo “Kurilpa Bridge en Australia (470 m), el Millennium Bridge en Londres (370 m), el puente Langkawi en Malasia (125 m) o Los Cabos en Baja California (330 m) y el Tower Bridge en Londres (244 m)”. La situación actual del puente y las camineras en la isla Santay están deterioradas por escaso mantenimiento lo que dificulta el uso peatonal y de bicicletas, objetivos del proyecto.
Asistimos al resultado de la voluntad política de un exgobernate que se impuso caprichosamente sobre los subordinados que estuvieron de acuerdo, no supieron cómo hacerse escuchar o guardaron silencio cómplice que permitió el bloqueo del puerto histórico de Guayaquil, perjudicando las actividades productivas. ¿Hubo oposición de las autoridades municipales? ¿No hubiese bastado solo el segundo puente peatonal ciclístico Durán-isla Santay?, a pesar de que también impactó sobre similares actividades productivas en el cantón Durán, pero en menor escala; este también está abandonado.
El puente debe ser desmontado si queremos recuperar las actividades del puerto histórico de Guayaquil, si no seguirán ocurriendo colisiones, los responsables son y serán los capitanes que se arriesgan a las corrientes del río para pasar por el pequeño espacio del puente basculante. (O)