Casi todos saben esta historia. El día en que la selección de su país perdió la final del Mundial contra Uruguay vio llorar a su padre. Había acontecido el trágico Maracanazo de 1950, la final de la cuarta Copa del Mundo. Uruguay derrotó a Brasil en Río de Janeiro. El niño, que tenía 10 años, le prometió al padre que ganaría esa copa. Lo hizo siete años después. Y no lo hizo una vez, la ganó tres veces. Edson Arantes do Nascimento, primero Dico y luego Pelé, se volvió la encarnación palpitante del fútbol, en todos los sentidos posibles. Era el fútbol. Él lo personificaba. La mayoría de los aficionados vivos de ese deporte jamás lo vieron jugar. Pero todos saben de él. Todos seguimos las noticias sobre su frágil estado de salud. Así como conocimos sobre su muerte. Pocos días antes, todavía encabezando el deporte más global de todos, felicitó a la selección argentina y al nuevo campeón del mundo: “Hoy el fútbol siguió narrando su historia, como siempre, de forma apasionante. Lionel Messi venciendo su primera Copa del Mundo, como era merecido por su trayectoria […]. Con seguridad, Diego está sonriendo ahora.”