El 5 de agosto de 1994 salí de la residencia estudiantil rumbo al aeropuerto José Martí. Culminados mis estudios, La Habana me despedía en pleno “Maleconazo”: primera protesta masiva desde el triunfo de la Revolución cubana. Una enardecida turba intentaba abandonar la isla. El embargo norteamericano dolía más con la caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del campo socialista; con ello la extinción del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), mercado común en torno a la URSS que reunía varios países socialistas, entre ellos Cuba, como contrapeso al Plan Marshall y la Guerra Fría. En 1994 las carencias económicas ponían a prueba la fortaleza cubana entre críticas internas al modelo político-económico, el “Periodo especial” lacerante y un “Patria o muerte” acuñado por Fidel Castro alentando a resistir.

Frase enfrentada hoy al “Patria y vida” de una generación inconforme con el manejo del gobierno, que en voz de Gente de Zona y Yotuel Romero dice: “... Todo ha cambiado ya no es lo mismo...; mi pueblo pide libertad, no más doctrinas; ya no gritemos patria o muerte sino patria y vida...”. Raúl Torres y otros artistas refutan: “... Rentabiliza echar lodo sobre tu patria estos tiempos, en que si así no procedes, rentabilizas bien muerto... a la Revolución le queda más de 62.000 milenios... Patria o muerte por la vida; Patria o muerte venceremos”. Y entre rimas surgen la violencia, abusos, sangre, rebeldía de parte y parte, en una pugna ideológica entre ciudadanos alineados a la revolución pese a la ‘guerra’ de desgaste asumida con estoicismo, y una generación enganchada a la tecno-globalización y una cultura y arte contestatarios exigiendo cambio y libertad.

En un artículo anterior critiqué esa costumbre de culpar al “castro-chavismo” por cada estallido social contra gobiernos de derecha en la región. También critico el imputar únicamente a fuerzas externas las protestas en Cuba, sin ningún mea culpa de las autoridades por sus errores, por no escuchar al ciudadano que opina distinto, no adaptarse a los tiempos sin menoscabo de su autodeterminación, para evitar caer en la represión e imprudentes llamados a enfrentamiento entre hermanos, como el propiciado por el presidente Miguel Díaz-Canel. Varios gobiernos de derecha han debido enmendar su rumbo por la presión ciudadana; Cuba necesita hacer lo mismo para evitar convulsiones más severas en el futuro.

Muchas voces piden cambios en la isla. Con la misma energía deben exigir el cese de un embargo inhumano, sin tregua siquiera en plena pandemia, que dificulta la alimentación, medicinas y jeringas para aplicar su vacuna. El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos para limar su histórico conflicto no rindió frutos, porque el expresidente Donald Trump dio marcha atrás lo logrado por su homólogo Barack Obama; lo que el presidente Joe Biden debería retomar. El panorama en Cuba es muy complicado; aunque no avisto un Tiananmén ni una intervención militar norteamericana como sueñan algunos.

Fidel controló el “maleconazo” apoyado con las fuerzas del orden y su “Patria o muerte”. Al gobierno actual lo acorrala un “Patria y vida”. (O)