La sospecha de que el Gobierno pactó con el correísmo, para lograr que su proyecto económico y tributario urgente lograra su inscripción por el ministerio de la ley, ha generado una variedad de reacciones entre los ciudadanos. Los creyentes en el dogma de que este gobierno es la encarnación del bien y el correísmo representa la quintaesencia de la maldad oscilan entre la negación, la incredulidad y la decepción. Los feligreses de la contraparte se resisten a admitir que “su” Rafael Correa dispuso la abstención de sus asambleístas. A los pragmáticos ecuatorianos ordinarios, malacostumbrados a los pactos como el eje de nuestra práctica política, ya nada les sorprende. Y los sospechosos de siempre niegan que hubo pacto, por supuesto. Pero… ¿qué es un pacto y cómo distinguirlo de un contrato, acuerdo o convenio?

La convivencia armónica y productiva entre los seres hablantes demanda, regularmente, la suscripción de contratos, convenios y acuerdos, que son arreglos explícitos y públicos, referidos a temas necesarios o útiles para el bienestar común, y que con frecuencia están escritos y se registran ante la autoridad de la ley sometiéndose a ella.

Los pactos, en cambio, pueden aludir a materias que no se dicen públicamente, y por ello a veces tienen que ver con la venganza, la sexualidad, la agresión o la renuncia a ella, el beneficio propio a expensas del bien común, la extorsión, el perjuicio de un tercero y el enriquecimiento ilegítimo; a veces son tácitos aunque más frecuentemente son verbales, rara vez se escriben, aunque hay casos famosos donde los participantes los redactan y exigen la firma de las dos partes.

En el psicoanálisis, los pactos están ligados a la clínica de la perversión, esa estructura subjetiva en la que el perverso desmiente su condición de carente, imperfecto e incompleto, además de que recusa a la autoridad y se niega a someterse a la ley. Aunque se expresa, con frecuencia, en la sexualidad, no se limita a ella. Sigmund Freud decía que aquellas prácticas sexuales que van más allá del encuentro heterosexual y consentido entre dos adultos no necesariamente constituyen perversión, pero que los verdaderos perversos, además de sus conductas sociales o políticas ilegales, también podrían serlo en la cama. En la clínica médica y psiquiátrica no se usa este término, y más bien se habla de psicópatas y sociópatas. El “psicópata serial” es raro, en la vida social y política de los pueblos es más común el perverso de cuello blanco.

Históricamente, los pactos están ligados a la vida y al devenir de los pueblos y las naciones desde sus orígenes, porque ello es inevitable en el campo de la política… a veces. Pero, ¿qué pasa cuando esa es la única manera de gobernar un país? ¿Qué dice eso de su clase política? Pero sobre todo, ¿qué indica eso de sus ciudadanos y de su posición frente a la ley y a su interés o capacidad para construir una nación y un país? En el Ecuador de “los pactos de la regalada gana”, donde su Asamblea es la vitrina de los pactos, diezmos y primicias, y donde el ingenio inagotable de los asambleístas ha inventado el nepotismo por trueque, ¿una raya más le hace al tigre? (O)