Los pitagóricos hablaban de una sinfonía del Universo o música de las esferas, del movimiento de los planetas como una danza, e incluso lo sustentan matemáticamente. Vivimos en un mundo musical que, aunque no lo podamos percibir por completo con nuestro sentido de la audición, lo sentimos en nuestro cuerpo.

Los sonidos de la naturaleza despiertan diferentes sensaciones en nosotros; a veces de paz, de serenidad, nos hacen suspirar, otras veces nos recuerdan su extraordinario poder, como el sonido de vientos huracanados, el rugir de un león, los truenos y el reventar de las olas. Asimismo, teniendo de director de orquesta a la naturaleza, cada ser vivo tiene su propia canción. Están los más grandes y majestuosos de nuestra ecósfera, las ballenas. El canto de las ballenas es muy complejo, en algunas especies es armónico y continuo, en otros una serie de clics. Lo increíble es que cada clan tiene su propio dialecto, su propio tono y una canción única. Como el sonido viaja a 1.500 metros por segundo en agua salada y en todas las direcciones, escuchar el canto de las ballenas bajo el mar es tan envolvente y retumbante que sientes estar dentro de una, como en el cuento de Pinocho.

Otro ejemplo de cantares complejos es el ave lira. Esta ave reproduce cualquier sonido que escuche a su alrededor, desde canciones de otras aves hasta alarmas de carros, motosierras y el sonido de la cámara de fotos. Esta sinfonía es parte de su ritual de cortejo, en el que se sitúa en un claro del bosque y empieza su canción ecléctica: melodiosa y estridente. A las hembras lira les atraen las canciones más variadas. Existen casos en los que el mejor vocalista no necesariamente es el más atractivo, como en algunas especies de ranas. Los machos más grandes –preferidos por las hembras– tienen laringes más anchas produciendo sonidos graves de baja frecuencia. En cambio, los machos más pequeños cantan una canción aguda y fuerte, de un rango más amplio. A veces los pequeños imitan los sonidos graves, atrayendo a hembras que atienden al llamado de un falso macho grande. Asimismo, las ranas del Pacífico anuncian la lluvia formando un coro donde el macho dominante lidera y los subordinados lo siguen.

Los insectos cantan anunciando el cambio de estación, las aves al amanecer y atardecer, los árboles sacuden sus hojas, y si colocas una brizna de pasto entre las manos y soplas, entremedio resuena como una flauta o trompeta. Hay cantantes que prefieren melodías más modernas, como el pez sapo que, imitando a los raperos de hoy en día, canta una especie de hiphop. Otros, como los ratones, producen melodías seductoras ultrasónicas –fuera de nuestro rango de audición– que solo son captadas por las hembras. Los elefantes trompetistas también son capaces de producir infrasonidos, solo evidentes a través de vibraciones del suelo.

Desde los astros hasta los invertebrados ocupan un lugar en la orquesta de este mundo sinfónico. Nuestra tarea está en separar aquellos sonidos estridentes que contaminan acústicamente nuestro entorno, de aquellas dulces composiciones. Y cuando las identifiquemos, saber escuchar el mensaje que se esconde detrás de esas bellas canciones. (O)