Si bien la violencia parece ser parte de toda la historia humana, se exacerba en sociedades con corrupción, desconfianza, liderazgos débiles y poca participación comunitaria. La evidencia de corrupción desanima y de aquello nace la desconfianza; a su vez, la desconfianza impide que los liderazgos se fortalezcan y declina que la gente se involucre en la resolución de problemas. De tal forma, que los problemas de hoy nacen de la sospecha –de que quienes dirigieron el país– solo emplearon el poder para su propio beneficio.
En los círculos de escritura hay un ejercicio básico, en él se propone a los participantes leer una obra literaria y reescribir el final. Por ejemplo, de la pluma de Gabriel García Márquez está un relato corto titulado El coronel no tiene quien le escriba; es la historia de un hombre retirado que vive junto con su mujer enferma de asma y que espera una carta con la confirmación del pago de la pensión de jubilación; la carta nunca llega, mientras el coronel padece hambre y necesidad, mientras se niega a vender el único bien que posee, que es un gallo de pelea. La historia se repite de principio a fin, sin un desenlace feliz, ni adverso.
La tragedia del coronel radica en la esperanza de que sea el Estado el que reconozca sus derechos y resuelva su situación económica. Pero, el relato se desarrolla en el contexto latinoamericano donde los Estados están ausentes como garantes de derechos. En la tragedia del coronel se encarna la cotidianidad de nuestros pueblos. Así, desde hace varios meses las muertes violentas de personas ocupan parte de las noticias ecuatorianas y cobran cierta relevancia cuando los fallecidos son líderes políticos; pero, pronto se olvidan, como se olvidaron de los cuerpos desmembrados que aparecieron en Esmeraldas, Guayas u otros puntos de país.
Igual que el coronel, seguimos inmovilizados y esperamos que el Estado responda por nuestros derechos y resuelva el tema de inseguridad. No obstante, aquello es imposible, porque tenemos un Estado extremadamente endeudado, con políticos que critican cómodamente desde la distancia; mientras localmente crece la sensación de que la corrupción campea, en cualquier lugar, y se ha vuelto una metástasis y como toda metástasis terminará aniquilando al país.
Pero, en Ecuador tenemos ejemplos de lugares que tienen relativa seguridad y a pesar de la opresión han construido procesos sociales inclusivos. Así, difícilmente las bandas criminales penetrarían en algunas comunidades rurales andinas; porque ahí se encontrarán con juntas del campesinado, directivas barriales o asambleas comunitarias, que entendieron hace mucho tiempo que es localmente donde se construyen soluciones.
En la comunidad están los miles de “ojos de águila” para profundizar la vigilancia de un territorio. En los barrios están las voluntades para reparar lo que la vanidad política rompió. Restaurar la paz en nuestro país es posible; está en manos de las comunidades y barrios, reescribir el final de nuestra historia y reponer la armonía; el Estado tiene sus límites; pero la voluntad social tiene el poder de construir soluciones. (O)