Hace 14 años ante la elección entre Correa y Noboa escribí con ilusión revelando mi voto a favor de RC. A la época creía no tanto en el novel economista como en la cantidad de movimientos sociales que lo apoyaban; había una unidad inédita para un momento más de crisis política nacional. Durante la primera vuelta varios movimientos políticos, jóvenes y feministas no lo apoyamos por ver actitudes agresivas, machistas que denotaba, por ejemplo, con el símbolo de su correa como herramienta de castigo, el autoritarismo —la violencia— que el candidato cultivaba. A poco tiempo de ganar, esas dudas fueron convertidas en penosas certezas.
Hoy la mayoría del país no tiene ilusión en el sufragio. Más del 50% de votantes preferiría otro candidato. En lo personal, Lasso es casi el perfecto opuesto a mi pensamiento, a mis convicciones en salud, educación, economía, feminismo, ecología y diversidad. Noto su reconocimiento a la imposibilidad de que él o su partido puedan gobernar solos durante las crisis que nos agobia. Eso lo lleva a buscar compromisos firmados que deberá cumplir si llegara a ganar. No lo he escuchado amenazar a nadie, ni burlarse de sus opositores políticos, aunque no termina de convencerme su histórica dificultad para hacer política. Temo que, como tantos otros, no cumpla lo que dice. Un riesgo que asumo.
Por eso, hoy más que nunca entiendo aquel reclamo: “Te odio X porque me obligas a votar por Y”. Más de la mitad votaremos por el mal menor. Como en toda elección, algunos grupos pedirán anular el voto, como si fuera novedad el desencanto con los candidatos y las ganas de decir “yo no lo elegí”. Al menos, esas personas anuladoras deberían respetar sin denostar a quienes votaremos por Lasso a pesar de que no nos gusta.
Si algo mostró el debate es que el designado correísta no está a la altura de gobernar nuestro país. Sin decir cómo enfrentará los problemas nacionales, fue además incapaz de negar que miente. Similar a aquella entrevista con mujeres en la que dijo que ojalá en su Gobierno no haya persecución. No controla su campaña, mucho menos podría dirigir autónomamente su Gobierno.
Llegamos a la crisis actual por medio de un correísmo que gobernó casi 15 años con recursos y apoyo para cambiar estructuras injustas, sin hacerlo. Esa tienda política no merece seguir ejerciendo el poder. Han desperdiciado todo. Otra vez pretenden disfrazar su ineptitud y la corrupción de una buena cantidad de funcionarios puestos por ellos con propaganda y cuentos de sus riñas o traiciones entre sí.
El voto nulo es para quien está imposibilitado de decidir, a quien le da igual quién gane.
Ecuador es laico y diverso, tenemos que mejorar la democracia para lograr superar la inequidad, para tener un país más justo. Las luchas por nuestras convicciones deben ser limpias, desde la calle hasta la escuela, dentro del marco democrático y constitucional, sin ser agredidos por gobernantes autoritarios. Con independencia entre funciones estatales y respeto a cada uno de nosotros a pesar de nuestro pensamiento inconforme. Por eso, no da lo mismo, votemos por la alternativa distinta para disentir sin arriesgarlo todo. (O)