El revés que recibió el Gobierno durante la consulta popular de noviembre lo ha conducido a la necesidad de definirse. Amplios sectores lo han clasificado según su conveniencia: muchos lo consideran de derecha porque así tienen un campeón y otros lo quieren ver así para distinguirse del enemigo contra quien luchan. Pero la realidad, ahora señalada por varios de mis colegas en las páginas de opinión, es que el Gobierno carece de un plan de gobierno, de definiciones claras en cuanto a su ideología y estrategia. Durante mucho tiempo en América Latina reinó un consenso ideológico a favor de alguna variante de la izquierda, y eso, por lo visto en las elecciones más recientes de alrededor de la región, se ha venido rompiendo.
Es cierto que ese consenso proizquierda –vegetariana o carnívora, como la categorizarían los autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano– se escondía detrás del aparente hartazgo con la ideología en general. Se volvió una obligación implícita para los candidatos presentarse ante el público como “pragmático-no-ideológico”. Criticar lo público, proponer mayor libertad para comerciar y para hacer negocios eran consideradas malas palabras. Pero los vientos han estado cambiando en otra dirección y el presidente haría bien en montarse en esa ola: no es cuestión de estar a la moda, sino de hacer lo que le conviene al país.
La victoria de Javier Milei en octubre de 2023 demostró que las ideas liberales no solo que ya no generaban resistencia, sino que eran políticamente viables y rentables. Por otro lado, las dos victorias en las urnas de Daniel Noboa contra el correísmo demuestran que el socialismo del siglo XXI se ha vuelto electoralmente tóxico.
En Bolivia, la segunda vuelta en octubre de este año se debatió entre dos candidatos de derecha. Un resultado histórico dado que el Movimiento al Socialismo (MAS) se vio pulverizado en las urnas luego de haber reinado dos décadas. En Chile, en noviembre, los candidatos de la derecha sumados superaron a la izquierda por primera vez desde el retorno a la democracia y se espera que el candidato José Antonio Kast, con un discurso centrado en principios liberales, obtenga una victoria cómoda en la segunda vuelta. Finalmente, en Honduras, cuyos resultados no están definidos aún, se perfila como tercero el candidato socialista del Gobierno, Rixi Moncada.
Desde la clandestinidad en Venezuela, María Corina Machado –la incuestionable líder nacional y ahora premio nobel de la paz– publicó en The Washington Post su “Manifiesto de libertad” con una claridad singular en torno a los principios liberales que considera adecuados para la reconstrucción de su país. Allí, Machado señala a la libertad económica como un elemento esencial que protege las demás libertades.
Entonces, ¿de qué se trata el “nuevo Ecuador”? Todo sufrimiento es soportable si la meta está clara y vale la pena. Llegó la hora de que el Gobierno se defina. Ahora que asistirá a la ceremonia del Premio Nobel de la Paz haría bien en recibir el mensaje de María Corina para el mundo: el socialismo ha fracasado estrepitosamente y el liberalismo está resurgiendo con más o menos fuerza en distintas partes porque la gente quiere mayor libertad y prosperidad al mismo tiempo que pierde fe en los políticos. (O)