La política depende de los políticos más o menos como el tiempo depende de los astrónomos”, Remy de Gourmont.

El Gobierno ha decidido batirse en el desgastante ámbito político. Ha tratado de vencer el poder de la oposición que ha encontrado la forma de rehacerse y bloquear continuamente el camino que el Ejecutivo propone. La labor de la oposición está cumplida, han bloqueado todo.

La forma de cómo hacer oposición es discutible y sobre todo medible, la ciudadanía, al día de hoy, lo rechaza mayoritariamente, así como también lo hace con el tibio proceder del Ejecutivo cuando de temas legislativos se trata.

Mientras los días pasan, el Gobierno Nacional no puede poner en marcha la totalidad de su plan de gobierno y los ciudadanos cada vez creen menos en lo prometido. Los grandes enunciados de Lasso comienzan a desdibujarse, la idea de atracción de inversiones, generación de empleos y un encuentro nacional por el bienestar de todos, se tornan en tareas incumplidas. El Gobierno dirá que es la oposición, la oposición dirá que es el Gobierno, mientras el ciudadano solo puede culpar a la política y sus entramados de su injusta realidad.

El presidente Guillermo Lasso reconoció tarde que la gobernabilidad no está en la Asamblea Nacional ni en los partidos políticos, sino que siempre será y ha estado con el ciudadano. El respaldo de la ciudadanía es el escudo que le permitirá poner en marcha, con retraso, el plan de gobierno y avanzar en aligerar la pesada carga que tiene a cuestas el ecuatoriano.

Se ha descuidado al ciudadano, el Gobierno hace algún tiempo debió darse cuenta de que sus proyectos de ley eran inviables dentro de la Asamblea Nacional y que insistir en ello solo podría tener un resultado, una balacera en ascensor donde nadie gana y todos perdemos. Lo que sí es viable, y lo que cabe al momento, es el reenfoque y un llamado a un Pacto Nacional, el cual debe ser bien comunicado. Para esto, acerco ciertas sugerencias desde esta columna.

El Gobierno Nacional debe tener una estrategia clara para mejorar su imagen política, para ser creíble hay que hacer y para esto se necesita un Estado preparado para invertir recursos públicos en obras indispensables en territorios donde el empleo es esquivo; intervenir en obras emergentes producto del invierno; mejorar créditos agropecuarios y potenciar el riego tecnificado, que benefician a una amplia población rural; consolidar un diálogo con grupos sociales a los que les interesan las soluciones, no los conflictos; activar planes de asistencia a los más pobres que aún no ven el accionar de la maquinaria estatal por su zona; trabajar en una comunicación amplia de invitación a todos los sectores productivos para llegar a acuerdos mínimos; salir adelante y mejorar la compleja situación económica y, por último, cuidar las inversiones actuales para evitar que estas sucumban ante la inestabilidad país.

La política y los políticos son ingratos, la ciudadanía por el contrario es fiel a quien le cumple y repele a quienes le fallan. (O)