Gracias a un eficiente plan de vacunación, el Gobierno actual ha logrado cumplir la meta ofrecida de contar, a la fecha, con más de nueve millones de ecuatorianos vacunados completamente contra el SARS-CoV-2. Queda todavía un poco más de ocho millones de ciudadanos con vacunación pendiente.
A pesar de la evidencia científica de que la vacuna es necesaria y beneficiosa, aún existen personas que no creen en ella y se resisten a recibirla. Unos, por creencias irracionales, y otros, dubitativos, a la espera de qué sucede en el camino, algo así como insertos en un proceso de “observación” a quienes nos hemos vacunado.
Los estudios científicos han demostrado que las vacunas previenen en más del 80 % la enfermedad grave y en más del 90 % las consultas en los servicios de urgencias, interviniendo así en el proceso de transmisión. No aseguran que no haya contagio, pero al menos sí menos mortalidad y menor saturación de las unidades de cuidados intensivos.
La presencia de la variante delta del coronavirus ha modificado el manejo de esta pandemia. Siendo doblemente contagiosa, el virus se transmite más rápido y a más personas, logrando extenderse exponencialmente. Hay que anotar, además, que, en el caso de tal variante, el virus empieza a transmitirse 48 horas antes de que el paciente infectado inicie síntomas, lo que implica contagio seguro por parte de los asintomáticos.
La mayoría de los individuos vacunados corresponde a población vulnerable, entre ellos adultos mayores y personas que adolecen de ciertas enfermedades catastróficas y de inmunodeficiencia. En el grupo de los no vacunados están los escépticos del grupo anterior y los “observadores” indecisos. Los factores comunes que comparten la mayoría de los no vacunados son el desconocimiento y la falta de conciencia sobre el peligro que ellos representan para las personas con quienes viven o que frecuentan. Buena parte de ellos son laboralmente productivos, trabajan presencialmente y están en contacto con muchas personas.
Según un último informe del Centro de Control de Enfermedades (CDC), las tasas de hospitalización por COVID son 10 veces mayores en adolescentes no vacunados. Si a esto se añade la relajación de las medidas del distanciamiento social y del uso de la mascarilla, el contagio está garantizado.
El brote escolar reportado en el colegio católico Nuestra Señora de Loreto en una ciudad de California, Estados Unidos, el pasado mayo, evidencia lo que puede ocurrir por la irresponsabilidad de los no vacunados. Una profesora sin vacunar contagió a la mitad de los alumnos de su clase y se inició una cadena de contagio que abarcó a niños de otras clases y a algunos padres de familia.
Veintiún países de la Unión Europea exigen el certificado de vacunación para acceder a espectáculos, encuentros deportivos, bodas, bares o piscinas. En Italia, la vacunación es obligatoria para el personal sanitario y los profesores. Las medidas de restricción van extendiéndose en el mundo.
Necesitamos más conciencia colectiva y más educación. Quienes lideran grupos humanos, dentro y fuera de casa, deberían involucrarse en esta tarea. (O)