Hay buena gente en todas partes. Solo hay que estar atentos y evadirse de los sinónimos.
Entre otros, privado de libertad no es sinónimo de asesino, irrecuperable, drogadicto, ni todos los epítetos que solemos decir cuando hablamos de ellos. Así como Ph. D. no lo es de preparado, ni maestro de comprensivo, ni empresario de persona rica, ni motociclista de sicario, ni morador de barrios marginados de ladrones, ni… la lista es larga. Acostumbramos generalizar, casi siempre pensando y hablando mal de algo o de alguien. Eso nos da seguridad, y nos pone además en el bando de los buenos… los demás son gente de la cual hay que desconfiar. Tener cuidado, protegerse. Todos, menos nosotros. Hacemos un mundo excluyente, enfrentado, vacío, triste, quejumbroso. Buscamos la felicidad evadiéndonos y uniéndonos a otros “buenos” como nosotros. Una burbuja que estalla al primer escollo y nos descubre todos los matices que el blanco y negro excluyen.
En la visita a la cárcel de El Inca, los privados de libertad regalaron a los comisionados pan que hacen en su panadería. Entre ellos estaba el P. Luis Barrios que vive en Nueva York. Ya en su iglesia, nos escribe: “En nuestra misa de hoy el pan que representa el cuerpo de Jesús fue el pan que nuestros hermanos PPL en El Inca nos regalaron para traer a Nueva York a nuestra parroquia. Fue una experiencia de conectarnos. Humanizarnos y compartir… qué belleza. X, una ecuatoriana de Guayaquil, la cual hasta hoy creía que nada bueno puede salir de las PPL, lloró y lloró y lloró, porque no podía creer que el cuerpo de Jesús vino lleno de amor desde su patria… se liberó y transformó en humanidad…”.
Francisco Loor es inseparable de su Biblia. Es pastor evangélico. Siempre la lleva consigo, la observa, la sostiene, cuando la pone en una mesa la acaricia, la mira con amor. Es regalo de su esposa, así que tiene valor agregado. En un taller realizado en la cárcel de mujeres, una interna le expresó su deseo de tener una. Francisco no dudó, dio su Biblia. Se desprendió de aquello que tenía tantos significados. Era casi como quedarse desnudo de seguridades y afectos. La regaló a alguien que sus errores habían llevado a la cárcel. Y confió en que su esposa lo aprobaría. Así fue. Cuando uno da lo que tanto aprecia, sin esperar nada a cambio, algo se transforma en el mundo.
En estos días previos a la Semana Santa, aunque todos los días son sagrados, los cristianos están más atentos a las manifestaciones de Dios Amor en las realidades cotidianas y más sensibles a los acontecimientos donde parece estar ausente, donde la impotencia, la desazón y la muerte nos dejan solos con nuestras interrogantes. ¿Dónde está Dios que permite esto? La guerra actual, la violencia en nuestro país. En realidad, somos nosotros que lo permitimos, lo construimos, lo provocamos. Humanizar nuestras relaciones, mirándonos de frente comprendiendo, apoyando los cambios positivos, es una manera de hacer presente al Dios ausente, cuya imagen somos. Dios, el gran pobre que depende de nosotros para hacer cambios en el mundo.
Descubrir toda la buena gente que nos rodea nos permite alimentar la esperanza afianzada en hechos y sostener la alegría de vivir en raíces que nacen en el corazón de otros seres humanos. (O)