Según la leyenda mezclada con plumazos de historia, a la convocatoria de Francisco Pizarro para continuar marcha hacia el sur en la invasión del continente americano desde el territorio que hoy es Ecuador se unieron trece ambiciosos aventureros. Un grupo de pulguientos, harapientos y hambrientos mercenarios que buscaban un futuro lleno de promesas pero con altas posibilidades de desmembrarse en el camino. Tan grande era su sed de riquezas.
Algo similar ocurrió en julio de este año, cuando el sardesco médico ecuatoriano Adrián Castillo grabó el examen para residencias médicas en Argentina con el fin de recibir las respuestas en el baño, tras pedir permiso para acudir allí varias veces. Con él se beneficiaron otros 116 peligrosos mamertos que obtuvieron notas excepcionalmente altas, y por ello el fraude fue detectado.
¿Cómo pudieron creer que tras pasar el examen haciendo trampa iban a sobrevivir una residencia para la que no estaban preparados? Al ser obligados a rendir un nuevo examen, se confirmaron las sospechas: ninguno de quienes se volvieron a presentar obtuvo un resultado decente. De un puntaje de 94, un candidato pasó a obtener 39; Castillo obtuvo 29 puntos menos que la vez anterior.
No hay nadie más temerario que alguien que no tiene nada que perder. Un médico con una formación profesional precaria que no tiene muchas probabilidades de ejercer exitosamente como tal. Un aspirante a soldado zarrapastroso y llagoso que será devorado por la selva si se echa para atrás.
Como consecuencia favorable para todos, el Gobierno argentino decidió que solo los títulos emitidos por universidades acreditadas por la Federación Mundial de Educación Médica serían aceptados. Es decir, los títulos de la Universidad Técnica de Manabí, que graduó a Castillo, no serán útiles en ese país. Al menos hacia el futuro, no tendremos que dudar de especialistas médicos graduados de Argentina, pero me preocupa que esto haya ocurrido antes y no lo detectaron.
El examen de habilitación para el ejercicio profesional administrado por el Consejo de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Caces) parece ser un importante rasero. En octubre de 2024, la Universidad Técnica de Manabí obtuvo el más bajo porcentaje de aprobados (64,6 %). Este resultado vuelve pertinente que se evalúe también a los profesores de las universidades que no demuestran resultados de enseñanza admisibles.
Igualmente, la Senescyt, que ha convalidado los títulos de especialidad de muchos médicos ecuatorianos en el extranjero, debe rever estas decisiones. Yo denuncié formalmente ante la Senescyt que un título de tercer nivel catalogado como doctorado en una enclenque universidad Argentina fue convalidado como título de cuarto nivel. La respuesta fue muy atrevida: la culpable en ese caso sería la entidad que dio la convalidación (Universidad Central del Ecuador) y ellos no revisarían la decisión. ¿Cuántos títulos hay en Ecuador que no deberían ser válidos? ¿Quién va a responder por ellos? La Senescyt tiene la responsabilidad ulterior por los profesionales que ejercen fuera de sus competencias reales solo gracias a su astucia. (O)