En las discusiones sobre la violencia contra la mujer, es decir, la violencia contra la mujer por el hecho de ser mujer, se pierde el contexto en el cual esta violencia se fomenta y se vuelve extrema. Detrás de las paredes de las casas de ricos y pobres, los padres les han dado de golpes a sus esposas por generaciones, pero unas y otras víctimas, incluidos los hijos, tienen poco a su favor en sociedades como las nuestras.

En un viaje a la playa acordamos que cada miembro de la familia escucharía una selección de canciones de gusto propio o de gusto de nadie siguiendo la tradición de mi propia familia. (A veces es más agradable soportar música en solidaridad con los demás, aun en disgusto, que solo experimentar horror individualmente). Una lista contenía la canción de un alegre grupo juvenil colombiano, Morat, cuya frescura chocaba con las letras de una música que dan cuenta de la tónica violenta de nuestros discursos sobre las relaciones amorosas.

Según Morat, tal como Romeo y Julieta, los crímenes pasionales de las novelas francesas del siglo XIX y las óperas tempranas de Giacomo Puccini, uno puede morir de amor. Nada nuevo ahí, es normal, la agonía del amor perdido despierta un sufrimiento tan grande que solo el arte, la literatura, el cine pueden capturar su justo tamaño. Pero en las canciones de Morat, las muertes no se conocen en la intimidad de las páginas de un libro o en el escenario de un teatro, frente al espectador o el lector conmovido por lo que sucede. Para este grupo, compuesto solo de hombres, la violencia es materia de melodías casi celebratorias que se escuchan masivamente.

En sus canciones, vuelan balas perdidas (de amor, pero balas al fin) donde la mujer “convierte” al hombre en “enemigo”, conquistarla es una “guerra”, cuando “en el amor y la guerra, todo vale”. La mujer, comparada con una partida de dados y un juego de cartas, es un “nuevo vicio” para su devoto trovador. Si esto fuera poco, el vocalista de Morat advierte que la buscará “aunque suene loco”, porque su “pronóstico” (del cual ella no se puede librar) es estar con él. Es decir, ella le dijo que no, pero él no entiende el significado de esa palabra.

Parecería que Morat carece de creatividad al evocar una y otra vez la persecución y la guerra y la muerte, y por eso no alude a mucho más en un buen número de canciones. Pero también es posible que su imaginario esté tan saturado de violencia que una relación amorosa, fallida o no, equivale a librar una batalla. Pero olvidan que en esa lucha, como en todas, lleva las de ganar quien más poder tiene, mental o físico, sobre el otro.

No niego que las mujeres ponen, ponemos, nuestro grano de arena en ahondar la agresividad, y no solo puertas adentro, en las relaciones de pareja. Solo que para la mayoría de ellas, de nosotras, la violencia juega en contra. Son ellas, somos nosotras, las que somos asesinadas por un hombre celoso, violento, despiadado.

El aparato gubernamental tiene la responsabilidad de combatir las desigualdades estructurales de género que contribuyen a esta lacra social, más allá de pequeños esfuerzos como apoyar casas de acogida. Seguimos esperando. (O)