Al momento el mayor desafío que tienen los países es contener cuanto antes a la pandemia del coronavirus que ya registra 114 millones de casos confirmados de la enfermedad y 2,53 millones de personas muertas alrededor del mundo. A esto se suma una crisis económica y social sin parangón que ha provocado el aumento de la pobreza y desigualdad, sobre todo en economías en vías de desarrollo, donde la capacidad de respuesta de los Estados no solo que ha sido insuficiente, sino que, en más de una ocasión, ha colocado el mayor peso de la crisis sobre los hombros de los sectores más desprotegidos, lo cual se evidencia en la precarización del mercado laboral.

Sin duda, en esta lucha por crear una barrera inmune en la población contra la covid-19 juega un papel importante la disponibilidad de vacunas. Sin embargo, la enorme demanda de dosis a nivel planetario y el acaparamiento de estas por parte de los países ricos en detrimento del resto condicionan la posibilidad de dar una respuesta global al problema y con ello se abre quizá la posibilidad de nuevos y complejos escenarios derivados de una inequitativa distribución de vacunas que provoque que el virus siga circulando, mutando, y con ello comprometer la efectividad de la vacuna. El combate a este virus exige ante todo de la solidaridad planetaria. Hoy más que nunca el concepto de aldea global adquiere un sentido de urgencia.

Así las cosas, en el Ecuador, donde la administración de la crisis sanitaria ha sido severamente cuestionada por lo paupérrimo de sus resultados, lo cual se mide dramáticamente en muertes en exceso por millón de habitantes, la aplicación de las primeras vacunas antes que generar esperanza en la gente lo que ha provocado es indignación, esto debido a la falta de transparencia respecto de los beneficiarios en la fase 0 que debió estar dirigida al personal de salud de primera línea y adultos mayores de los centros geriátricos. Pero no. A pesar de la escasez de dosis trascendió la inoculación a familiares, así como las invitaciones a ‘saltarse la fila’ realizadas a rectores de universidades, políticos, periodistas, etc., habiendo encontrado en algunos casos –sobre todo en el ámbito académic– un ‘no’ lleno de dignidad y de respeto a las prioridades existentes. El caos generado y la falta de nitidez en este delicado proceso tienen ahora mismo a un exsecretario de Estado en la mira de un juicio político, así como de una investigación previa en la Fiscalía.

Tanto es el repudio ciudadano a estas opacas prácticas que el propio presidente de la República, altos funcionarios y personas públicas han debido aclarar en redes sociales que sus familiares o ellos mismos no han sido inmunizados. Ahora resulta que en Ecuador estar vacunado representa un estigma…

Empero, el Dr. Juan Carlos Zevallos, en su renuncia al ministerio, sin sonrojarse, afirmó: ‘… Entrego un país funcional que se anticipó a decisiones acertadas, que en muchos momentos se constituyeron en referentes para la región…’. Bueno, otra vez el papel aguanta todo.

Para avanzar de manera ordenada en la vacunación es necesario contar con una lista blanca de beneficiarios. (O)