La Clínica Guayaquil, con más de 106 años de historia, constituye un referente de la medicina en el país y un símbolo de la ética profesional. Fundada por el doctor Abel Gilbert Pontón, hijo del doctor Guillermo Gilbert Estrada, ambos pioneros de la ciencia médica en Guayaquil. Su origen fue humilde, en una casa de madera en la esquina de Pedro Carbo y Clemente Ballén, pero pronto se convirtió en centro de atención preferido por la comunidad.
La institución nació con una clara vocación social: servir a los más necesitados, y la tradición continuó con el doctor Roberto Gilbert Elizalde, director entre 1950 y 1999, quien alcanzó reconocimiento mundial al realizar en 1969 el primer trasplante de mano en el mundo, y pionero de cirugías de esófago, colon e intestino.
Hoy la clínica está dirigida por el doctor Roberto Gilbert Febres-Cordero, cuarta generación de esta estirpe, destacado cirujano cardiovascular, dirigente deportivo y filántropo. Fue el primero en introducir la cirugía laparoscópica en Guayaquil y el uso de tecnología láser para favorecer el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos.
La clínica ha sido testigo de logros científicos, manteniendo siempre la calidad, con un trato humano y solidario para pacientes de escasos recursos y personalidades, sin distinciones. El compromiso altruista de Roberto Gilbert Febres-Cordero es prueba de la continuidad de ese legado, y su hija Mónica Gilbert Orús, de seguro continuará con la tradición familiar como quinta generación.
El desarrollo como doctrina de seguridad
En días recientes, una investigación periodística sobre presuntas irregularidades en los pagos del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) a prestadores externos han generado alarma pública. Es indudable que existen proveedores y funcionarios que han abusado del sistema, lo cual debe investigarse a fondo por la Fiscalía y por el propio IESS.
Sin embargo, no es justo ni responsable incluir en ese grupo a instituciones honorables como la Clínica Guayaquil, cuya trayectoria de más de un siglo se sustenta en principios de honestidad, profesionalismo y servicio. La noticia debe ser contrastada y contextualizada.
Algo similar ocurre con entidades de larga trayectoria y reconocido prestigio como Solca y la Junta de Beneficencia de Guayaquil, que durante décadas han atendido a centenas de miles de pacientes remitidos por el Estado y el IESS, y pese a enfrentar millonarias deudas por mora oficial, estas instituciones han cargado sobre sus hombros el peso de un sistema de salud pública en crisis, sin afectar la calidad de su servicio. No se trata de haber pagado 8.000 millones a prestadores de servicios externos, sino de cuántos pacientes han sido atendidos en más de 13 años y cuáles han sido los servicios recibidos.
De allí la urgencia de separar con claridad a los verdaderos responsables de los abusos, de quienes han sostenido la salud pública con entrega y sacrificio. No se puede meter “culebras y alacranes” junto a quienes han construido un legado de confianza y excelencia. La Clínica Guayaquil y la estirpe médica de los Gilbert son patrimonio moral y científico de la ciudad y del país. Su nombre debe quedar a salvo de toda sombra de duda. (O)