El 22 de diciembre de 2014, la mayoría de la Asamblea incondicional a Correa aprobó la Ley reformatoria a la Ley de Personal de las Fuerzas Armadas enviada por Correa, derogando el artículo 45 de dicha Ley, relacionado con las funciones de los edecanes militares del presidente de la República, del vicepresidente y de la Función Legislativa. En dicha reforma simplemente se establecía, sin mencionarlo, que los edecanes de las principales autoridades no eran necesarios que los acompañen; se esgrimió, entre otros argumentos peregrinos, que por la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, el representante legal de las Fuerzas Armadas es el ministro de Defensa.

La presencia del edecán es una representación institucional, una demostración de la subordinación militar al poder civil legítimamente constituido; además, el edecán es el coordinador y enlace entre la Legislatura y Fuerzas Armadas. Cuando funcionaba el Congreso bicameral, uno de los miembros del Senado era el senador funcional de las Fuerzas Armadas, se podría decir que las funciones del antiguo senador militar ahora ejecuta el edecán.

En relación con la “representación legal”, si utilizamos los mismos argumentos ridículos que empleó Correa para reformar la Ley de Personal militar, podríamos decir que los equipos deportivos, atletas, reinas de belleza, etc., que salen a competir al exterior, no podrán decir que representan al país; igual, ningún asambleísta podría manifestar que representa a la Asamblea, porque el presidente es el representante legal de la misma.

Los edecanes son oficiales distinguidos, con altas calificaciones; deben reunir, entre otras cualidades, la discreción y la lealtad. Son testigos de las reuniones más reservadas y de muchos secretos, razón fundamental para que el dignatario deposite en él su absoluta confianza.

El Libertador Simón Bolívar tuvo varios edecanes, se destaca el general Daniel F. O’Leary, irlandés, quien fue su edecán en todas sus campañas; en su biografía sobre Bolívar da un testimonio magistral de su vida junto al Libertador.

Eliminar la presencia de los edecanes es negar la historia de una institución como la militar, que se formó junto a la patria. Durante 195 años de vida republicana de nuestro país, los presidentes y las principales autoridades del Estado han sido acompañados por sus leales edecanes militares. En el gobierno de Correa, haciendo piruetas jurídicas y negando la importancia de la presencia de los edecanes, se prescindió de sus servicios; simplemente había desconfianza y temor en los edecanes y por ende en las Fuerzas Armadas, su presencia resultaba incómoda para los “revolucionarios” que requerían absoluto secreto para sus trapacerías.

Hay diferentes formas de debilitar a unas fuerzas militares, una es cuantitativa, es decir, disminuyendo sus efectivos, armamento, equipo; o sea, su capacidad operativa; otra, cualitativa, que hace mayor daño. Deliberadamente, lo que pretendía Correa era menoscabar la moral y el prestigio que tienen las Fuerzas Armadas. El edecán militar debe volver a ocupar sus funciones en la Asamblea Nacional, sus servicios son necesarios e invalorables. (O)