Los impuestos se venden con un viso de virtud y justicia. En nuestra cultura hispana nos acostumbramos a intentar cambiar al hombre a través de la legislación. En el libro El gobierno de la virtud: política y moral en la monarquía hispánica (siglos XVI-XVIII), Juan Francisco Molero señala: “El sentido de una política centrada en la virtud radica en que el criterio de juicio sobre los gobernantes y súbditos y sobre su actuación está más en el ser que en el hacer, más en las intenciones que en los resultados”. Luego dice: “Como en toda época, los comportamientos cotidianos chocaban a menudo con los modelos: es especialmente significativo que en la Monarquía Hispánica los ideales de gobierno relativos a la integridad de los oficiales contrastaban con prácticas venales y corruptas”.

Se relata la evolución desde el Antiguo Régimen hacia los sistemas políticos modernos en que la tributación exige el consentimiento de los gobernados. Él considera transformativo en la historia de la tributación que el rey Felipe II, en lugar de justificar su derecho real de crear e imponer nuevos impuestos, los justificó en términos de tres criterios entonces novedosos: (1) la necesidad, (2) la temporalidad y (3) la unión bajo una causa común, que en esos tiempos era la defensa de la religión cristiana. Estas justificaciones continúan.

El Gobierno dice que el alza de impuestos es necesaria, pues no hay alternativas. Se ignoran las múltiples propuestas de ahorro del gasto público que varios hemos presentado desde diversas instituciones y, últimamente, asambleístas como Henry Kronfle. Justo esta semana hemos publicado un comunicado firmado por miembros del Foro Libertad y Prosperidad y otros representantes de la sociedad civil explicando el porqué esta alza de impuestos es inconveniente y presentamos medidas alternativas.

El Gobierno también se ha valido del argumento de la temporalidad. El problema es que en Ecuador permanentemente creamos impuestos temporales.

Finalmente, consideremos la causa común. Se nos dice que es necesario crear un sistema tributario progresivo y más justo. Esta es la nueva religión secular del estatismo en que pretende que tengamos fe, ignoremos la realidad, confiemos en los políticos y nos olvidemos de la realidad de que “el que parte y reparte se queda con la mejor parte”. Ecuador desde hace décadas tiene un sistema progresivo y no nos ha ido tan bien. El diario La Hora reportó el mes pasado que solo 8 de cada 100 negocios cumplen con las retenciones, declaraciones y anticipos del impuesto sobre la renta (IR) (74.000 de 880.000). En mayo reportó que menos de la mitad de los ecuatorianos con empleo adecuado pagan IR (40 %) y aquellos que están en el sector formal ya son una minoría, de manera que solo un

17 % de la población económicamente activa (PEA) lo paga. De los 1′137.000 contribuyentes que pagan IR, 100.000 aportan más de la mitad de lo recaudado por este impuesto. Esto es, 8,7 % de ese 17 % de la PEA que paga IR contribuye más del 50 % de la recaudación por IR.

En la moda del postureo virtuoso y la cruzada justiciera somos expertos, por eso los políticos nos seguirán vendiendo alzas de impuestos con el cuento de que solo pagan los ricos y que el que se oponga es un inmoral mezquino y a muchos esto les importará poco o nada puesto que no pagan directamente los impuestos. (O)