Con la sugestiva frase que titula este artículo se definen los actos de protesta por la concesión que la oficina especializada de los Estados Unidos ha hecho a favor del ingeniero colombiano Jorge González Ulloa, quien luego de muchos años de investigación en laboratorios del ingenio Riopaila, ubicado en la rica zona del valle del río Cauca, ha identificado un método de procesamiento hasta obtener un producto degustado en toda Latinoamérica comúnmente conocido como panela, popular endulzante vigente desde la época colonial, protegido ahora por una patente de invención con el nombre de Polycane.
Al decir de varios autores, sería una solución para la golpeada industria, acosada por una inclemente competencia de la remolacha, estevia, varios edulcorantes artificiales y la corriente mundial anticonsumo de azúcar refinada, catalogada injustamente como la “muerte blanca” a la que se atribuyen tremendos desórdenes orgánicos vinculados con altos niveles de colesterol, génesis de la ateroesclerosis, padecimiento de millones de personas.
Se considera a esa substancia de tono oscuro medicinal y reemplazo de la cristalina fabricada en millones de toneladas, pero, al parecer de muchos, necesitada de reformulación que priorice nuevas alternativas tecnológicas hacia la elaboración de productos que garanticen la reducción del temible colesterol que preocupa a un gran segmento poblacional, a la vez solución para las bebidas que utilizan otro tipo de endulzante con un futuro nada halagüeño de no migrar hacia el empleo de materias primas más saludables.
Se revela que las más importantes industrias de Brasil han adquirido la patente a las que se suman fabricantes de Malasia, Indonesia, India, Australia y varios europeos que aprecian en el producto protegido como amigable con el medio ambiente, porque no se admite la quema de cañaverales ni que el jugo o guarapo se caliente a más de 70 grados centígrados, para conservar los elementos nutritivos originales que distinguen, en cambio, al Polycane, puntal de la recuperada actividad productora e industrializadora de la acaramelada caña jugosa.
Ahora, no solo será el etanol de inmenso porvenir, sino se incorpora este tipo de azúcar que podría constituir un ingreso adicional que impulsará el fortalecimiento de toda la cadena dulce, incluyendo, desde luego, a los agricultores que recibirían un precio superior, justo y oportuno, ratificando su valía como fuente de mano de obra de miles de ecuatorianos, que deben estar atentos a estas innovaciones tecnológicas que les daría prosperidad y un esplendoroso futuro.
No se puede ignorar el fundamento lógico del cuestionamiento a la emisión de este tipo de dispensas o exclusividad de uso, que afecta derechos ancestrales de algo que se prepara artesanalmente, recordándonos el parecido hecho de la inscripción como propiedad intelectual que una organización americana hizo de la sangre de drago, poderoso cicatrizante natural o látex de la corteza del árbol amazónico que lleva ese nombre, del que se han extraído muchos derivados en proceso de inscripción privilegiada en centros de protección de países ajenos a su plantío. (O)